Buenas, os dejo la décima parte del Cuento de Eones. Y aprovecho para despedirme…por ahora. Salgo de vacaciones y voy a desconectar del todo, así que la serie quedará parada al menos un mes. La paro en un buen momento, ya que en Septiembre empezaremos con un nuevo capítulo de la Era de Sigmar, ya más actualizado y que muchos conocerán por ser bastante reciente. Espero que disfrutéis esta nueva entrada cortica que sirve de conclusión a las consecuencias de la Guerra de los Portales y que paséis todos muy buen Agosto. Nos vemos a la vuelta!
Las garras del Caos
Tras la Guerra de los Portales y tras haber alzado infinidad de ciudades y fortalezas, Sigmar había afianzado su poder sobre los Reinos Mortales una vez más. Nuevas civilizaciones se mezclaban con los supervivientes de eras pasadas, mientras las fuerzas del Orden expulsaban a los seguidores de los dioses oscuros de tierras y reinos. Los Dioses del Caos, que a punto estuvieron de la victoria absoluta, veían como el equilibrio de poder había cambiado para siempre y estaba empezando una nueva fase en el Gran Juego.
Se podía decir que el más beneficiado de todos era Khorne, Dios de la Sangre. Sus seguidores habían logrado una victoria tan abrumadora en Aqshy durante los primeros años de la Era del Caos que pronto no quedó nadie capaz de enfrentarse a su supremacía. Khorne, que se alimentaba de la guerra y de la sangre, se convirtió en el dios más poderoso durante esa época. Sus bandas de guerreros cazaban día y noche en el Gran Erial del Reino del Fuego sin oposición alguna y se veían obligadas a guerrear entre ellas. Con la tierra convertida en ruinas ensangrentadas y los Reinos Mortales derrotados, las oportunidades de encontrar gloriosas batallas se desvanecían. Así pues y, paradójicamente, al alcanzar las mayores cotas de su poder Khorne se arriesgaba a sufrir una vertiginosa caída.
La llegada de los Eternos de la Tormenta lo cambió todo. Hizo resonar los cuernos de la batalla en cada uno de los Reinos y anegó de sangre fresca la tierra. Una nueva era de guerra sin fin empezó gracias a Sigmar e, increiblemente, el dios-rey había salvado al Dios del Caos de una caída en desgracia. Ahora, Khorne reía y se deleitaba pensando en las masacres por venir, pues al fin había encontrado en los ejércitos de Sigmar un enemigo digno. En Aqshy, tras su derrota en el Portal Brimfire, el Dios de la Sangre preparaba su venganza a través de su fiel campeón: Khorgos Khul. El ahora regente del Orbe Infernia lideraba sus legiones demoníacas a las tierras inferiores para llevar una nueva era de guerra y muerte a la civilización.
Tzeentch también sacaba provecho de la nueva era. Sus agentes habían encontrado la muerte en un centenar de guerras y Sigmar había recuperado Ghal-Maraz de sus garras, pero no había nadie como el Arquitecto del Destino para convertir la desgracia en oportunidad. Cada ciudad levantada por los aliados del Orden era tierra fértil para sus insidiosas maquinaciones. Cada pobre que rezaba por una vida mejor, cada refugiado que buscaba una salida fácil a sus problemas, podían encontrar consuelo en Tzeentch, aunque el coste fuera enorme para ellos. Lentamente, el Gran Conspirador envolvió las ciudades con los zarcillos de su influencia, como tantas veces había hecho tiempo atrás. Cultos secretos se reunían en los sótanos tras las máscaras de la nobleza y eruditos maniacos escribían versos prohibidos en tomos arcanos que podían llevar a sus lectores a la locura.
El arquitecto Valius Maliti, el genio que había fundado la Semilla de Esperanza en Aguagris y que había impulsado el progreso tecnológico en docenas de ciudades de Sigmar, cumplía en secreto los designios de su maestro. Detrás de su gran competencia e ingenio, se hallaban el imposible e intrincado intelecto de su patrón Tzeentch, el cual guiaba la mano del arquitecto para construir los cimientos de un nuevo orden en la civilización que florecía en los Reinos Mortales. El Gran Conspirador quería demostrar a Sigmar quién era el que movía los hilos del destino, quién moldeaba la realidad y quién decidía el destino de los mortales a su antojo.
Nurgle había sufrido una amarga derrota en el Reino de la Vida, pues la diosa de Ghyran había despreciado sus generosos regalos y había destruido los frutos de su trabajo. El Señor de las Plagas veía como el anexo a su jardín se marchitaba, mientras Sylvaneth y Eternos de la Tormenta pasaban de luchar al borde de la derrota a recuperar un Reino de Jade tras otro. Tras un largo período de introspección, reunió a sus acólitos y lanzó una cruzada para llevar sus bendiciones a todos los Reinos, hasta que cada palmo de tierra llevara el estigma de su toque virulento.
Slaanesh, el Dios Desaparecido, aún continuaba influyendo en los Ocho Reinos, pues los sentimientos de ambición, obsesión, lujuria y envidia eran inherentes a todas las razas. La ausencia del Príncipe del Placer no evitaba que se realizaran orgías decadentes que atrapaban a aquellos que escuchaban su embriagador sonido ni que los obsesivos utilizaran métodos cada vez más perversos de obtener placer en busca de una satisfacción que nunca llegaría. Los seguidores de Slaanesh habían pasado de la angustia inicial por perder la conexión con su dios a una búsqueda incesante de este, destruyendo cualquier orden existente en las tierras que ellos pisaban y extendiendo la dulce y convincente influencia de su maestro. Y quizá no pasaría mucho tiempo antes de que el Príncipe volviera.
Aunque nunca lo reconocerían, los Dioses del Caos estaban unidos por un objetivo común: dividir y conquistar los Reinos Mortales, vertiendo su maligna influencia a través de cualquier portal que pudieran alcanzar, hasta que la anarquía y el dolor inundaran la realidad.
Sigmar había llevado a cabo su venganza, enfrentando como iguales a los dioses oscuros, gracias a sus ejércitos de milagros. Los Eternos de la Tormenta eran capaces de mantener una guerra eterna si era necesario contra los adoradores del Caos, luchando por mantener el Orden en los Reinos Mortales. Sin embargo, este poder conllevaría un gran precio, que propiciaría una guerra contra un enemigo distinto al Caos y cuyas consecuencias cambiarían un Reino para siempre.
@felur pero que es esto de tomarse vacaciones? De eso nada! Es broma ? pasa muy buenas vacaciones y deseando de leerte a la vuelta!
Buenas vacaciones @felur y gracias por el aporte.
Parece que ya hemos llegado al final de las guerras de los portales, con ganas de ver que vendrá después!