La misma tierra se estremecía con su llegada. Cadenas montañosas entraban en erupción y soltaban sangre en ebullición, llanuras salvajes se contoneaban y nubes de llamas verdosas aullaban en el cielo. Sobre los Ossiarch se cernía una hueste negra, resplandeciente bajo la ruinosa panoplia del Caos. Le acompañaban formas demoníacas que caían del cielo en cantidades imposibles. Devoradores de Almas con alas de murciélago se abalanzaban contra Katakros y su ejército junto a Aulladores de Tzeentch de cortantes crestas y aletas y grotescas bandas de Drones de Plaga que supuraban enfermedad. Unas formas andróginas reían exultantes mientras se dirigían contra los muertos montados en carros forrados de cuchillas en busca de almas frescas que torturar. Esta era la Legión del Caos Ascendente, una fuerza de la más pura desolación que se desencadenaba solo en las raras ocasiones en que los Dioses del Caos se unían en una causa común.
La mayor de todas las batallas
Los Poderes Ruinosos habían dejado de lado sus rencillas, pues deseaban a los ejércitos de Nagash, el dios impostor, fuera de sus dominios. Al frente de la Legión iba una figura gigantesca de espada llameante montado en un monstruo imposible de tres cabezas: Archaon el Elegido había regresada a Ochopartes y estaba furioso. Katakros lanzó inmediatamente una serie de órdenes. Con una eficiencia imposible para un ejército mortal, los Ossiarch tomaron posiciones frente al Río Partealmas y formaron un inmenso escudo que giró para enfrentarse a su nuevo enemigo. Zandtos ordenó a sus Jinetes Muertos que se colocaran en formación y los inmensos Morghast Archai se colocaron al frente de la formación. Sin poder evitarlo, un cosquilleo de excitación recorrió la espalda del Mortarca. Esta era la batalla para la que había sido creado, una prueba por encima de cualquier otra que se le hubiera presentado hasta ahora. Si su máscara mortuoria hubiese podido esbozar expresión alguna, Katakros habría sonreído ampliamente.
Archaon por su parte, solo podía sentir una furia volcánica por la invasión de sus dominios que le había hecho abandonar la búsqueda de Slaanesh. A estas alturas, los dioses elfos seguro que habían reinstaurado las protecciones ilusorias y habían ocultado al Dios del Placer en otro rincón de Uhl-Gysh. La Varanguard cabalgaba tras el Elegido, los más formidables sirvientes de Archaon, cada uno un campeón por derecho propio. Todos estaban resueltos a que ninguno de esos desdichados no muertos quedase en pie cuando la carnicería terminara.
Las Catapultas Mortek escupieron torrentes de fuego brujo que cayeron entre la Varanguard, derribando a jinetes blindados de sus monturas, pero no ralentizaron ni un ápice la carga. Siguiendo las órdenes de su señor, Zandtos lideró a sus Jinetes al frente en sus casi impenetrables formaciones de cuña. La más excelsa caballería de Nagash estaba deseando probar sus lanzas contra la legendaria Varanguard. La tierra tembló cuando ambas formaciones chocaron, las armaduras se partieron y los huesos se astillaron. Los Jinetes Muertos fueron hechos pedazos por los Caballeros del Caos, bastante más pesados que ellos. El propio Archaon se unió a la refriega montado en Dorghar, el cual destrozó a docenas de esqueletos con sus cascos y sus colas, mientras devoraba con sus tres cabezas a cualquiera que se pusiera a su alcance. El propio Zandtos cayó allí, derribado de su montura por un coletazo del Corcel del Apocalipsis que le hizo pedazos el pecho. Algunos de sus leales recuperaron su gema atrapaalmas, asegurando la resurrección futura del Arch-Kavalos, pero sus Jinetes habían sido totalmente aplastados. Este fue un duro golpe, pero Katakros se lo esperaba. Zandtos le había conseguido al Mortarca el tiempo que necesitaba para desplegar totalmente su ejército.
La Legión del Pesar de Lady Olynder buscaba el flanco del ejército de Archaon, pero antes de alcanzar su presa, los aullantes espectros se vieron envueltos por serpenteantes proyectiles de magia oscura. De las nubes cayó la forma alada de Be’lakor, el Señor Oscuro, que venía acompañado por la Legión del Primer Príncipe, formada por los soldados a pie de Khorne, Tzeentch, Nurgle y Slaanesh. Be’lakor se había ganado el favor de los cuatro Dioses Oscuros mucho antes de Archaon y, aunque profesaba una antipatía legendaria contra su rival, había acudido a defender Ochopartes cuando el Elegido le había llamado. Las armas malditas y la magia antinatural de esta Legión resultó ser mucho más mortífera contra la Nighthaunt que cualquier arma mortal.
Al estar sus aliados trabados, las posiciones Ossiarch se volvieron mucho más precarias. Las huestes de guerra de Slaanesh chocaron contra las filas de lanceros muertos, penetrando con sus carruajes hasta lo más profundo de la formación enemiga. Vadeando el Río Partealmas, grotescos Portadores de Plaga y seguidores mortales de Nurgle atacaron la retaguardia Ossiarch comandados por el legendario Gutrot Spume, uno de los campeones favoritos del Señor de la Descomposición. A pesar de este ataque implacable, los flancos de Katakros aguantaron estoicamente mientras las catapultas seguían lanzando muerte a sus enemigos. Siempre y cuando los Ossiarch no retrocedieran, podrían vencer al Caos.
El Mortarca ordenó a sus Morghast que ayudaran a Lady Olynder y los gigantes alados de ornamentada armadura emprendieron un vuelo furioso hacia la Nighthaunt. Pero antes de que pudiesen descender sobre la marea de demonios que asaltaban a la Dama del Velo, fueron asediados por cuatro Devoradores de Almas, que hundieron sus hachas y látigos en sus presas, arrancando hueso y armadura. A su vez, los propios Morghast clavaron sus armas espectrales en los Grandes Demonios, ignorando la carne y la armadura y dañando directamente a la esencia que se escondía detrás. El apoyo al flanco quedó atrapado así en una brutal contienda en la que la fuerza bruta lo decidiría todo.
Aun viendo al enemigo aproximarse por todas partes, Katakros no se inquietó lo más mínimo. Era cuestión de tiempo que el total de las fuerzas del Caos cayeran sobre él y, como siempre, todo ello había sido tenido en cuenta y previsto. A vista de pájaro, los Ossiarch eran un islote de color negro y hueso deslucido rodeado por un turbulento mar de todos los colores, y sus límites se iban viendo reducidos poco a poco por el asalto sin fin. Katakros ordenó a todos sus Cosechadores Gothizzar, los inmensos constructos encargados de recoger el hueso durante las batallas, que cargaran contra la fuerza del Caos. Las armas de sus apéndices estaban tan afiladas por la magia de Shyish que podían atravesar hasta la piel demoníaca más gruesa. Rodeando a Grandes Inmundicias y Devoradores de Almas, destrozaron sus cuerpos físicos en un torrente de ataques simultáneos.
A pesar de su formidable defensa, los Ossiarch estaban cayendo lentamente. Por cada demonio o seguidor del Caos mortal que era empalado, diez más ocupaban su lugar. Los desangradores de Khorne abrían brecha en la férrea línea Mortek, apoyados por llamas irreales procedentes de Horrores Rosa. Las bandas guerreras de Ochopartes volvían a agruparse observando con veneración la matanza acontecida y se dejaron llevar por la excitación de poder vengarse de las derrotas de Karheight y el Paso del Empalador. Aullando, se lanzaron contra los no muertos para mayor gloria de los Dioses Oscuros.
En ese momento crítico ocurrió lo peor. Be’lakor, el Señor Oscuro, consiguió asestarle un golpe definitivo a Lady Olynder. La Mortarca del Pesar lanzó un aullido de muerte que se elevó por encima del campo de batalla con tal fuerza que arrancó la vida de muchos que lo oyeron. No fue destruida por completo, pero su espíritu fue expulsado de Ochopartes y regresó a Shyish. Sin la macabra presencia de la Dama del Velo para mantenerlos unidos, la Nighthaunt fue rápidamente superada por la Legión del Primer Príncipe y fueron barridos en su totalidad. Los Ossiarch estaban solos.
Aceptando que el momento final se acercaba, con un gesto regio Katakros envió al combate a sus formaciones de reserva, sus campeones de la Guardia Inmortis. Estas estatuas habían sido creadas a partir de las almas de guerreros que le habían acompañado en la batalla durante siglos. Con rítmica precisión, apartaban a sus enemigos con sus inmensos escudos para después lanzar un ataque letal con sus armas. Aun así, por muchos actos gloriosos que consiguieran, no podían detener el inevitable final.
A lomos de Dorghar, Archaon clavó su mirada en el ser que se había atrevido a invadir sus dominios. El Mortarca no luchaba junto a sus ejércitos como hacía el Elegido, sino que observaba la batalla desde un risco de rocas en la retaguardia, rodeado de la Guardia Inmortis y una veintena de Morghast Archai que formaban un escudo óseo a su alrededor. Una hirviente furia animal recorrió las venas de Archaon cuando la mirada de Katakros se cruzó con la suya. La rabia incontenible provocó que lloviera sangre del cielo y que el río Partealmas se desbordara cubriendo las orillas con una riada de material espiritual que ahogaba tanto a muertos como demonios. Espoleando a Dorghar, el Rey de Tres Ojos se lanzó contra el general Ossiarch. Esta batalla acabaría con un duelo entre los dos titanes de la guerra.
Duelo final
El Tirano de Ochopartes avanzó con su ardiente mirada fija en Katakros. El Mortarca solo observaba, impasible, mientras su ejército era aniquilado ante él. Según se acercaba el Elegido, dictó unas observaciones finales a su Guardián de Pergaminos.
“La empalizada de espadas ha sido inefectiva contra los ataques demoníacos” dijo. “Concentrar el bombardeo con las catapultas ha sido bastante más efectivo”.
Archaon estaba a menos de veinte pasos y la Guardia Inmortis no era más que ceniza. El Mortarca le señaló con Inda-Khaat, su guja rúnica, y sus asistentes desenfundaron sus armas y avanzaron. Su Prime Necrophoros, quien portaba el estandarte personal de Katakros, consiguió abrir una herida profunda en el flanco de Dorghar antes de que un revés de la espada de Archaon le arrancara el cráneo. El Liege Inmortis, el mejor duelista Ossiarch que se mantenía siempre a la derecha del Mortarca, consiguió intercambiar muchos golpes con el Elegido, pero al final fue mordido y partido en dos por el Corcel del Apocalipsis. Los asistentes dejaron caer sus herramientas de trabajo y se lanzaron contra Archaon en defensa de su señor para, uno tras otro, encontrar un violento final. Por fin, solo quedó el Mortarca.
Katakros dejó caer sus ropajes y dio un paso adelante.
“Has de saber que tu final será lento y doloroso, invasor” rugió Archaon.
Katakros simplemente levantó su escudo y esperó el ataque de su oponente.
Dorghar lanzó un mordisco con una rapidez inusitada con su cabeza central, pero el Mortarca desvió el golpe con su escudo y hundió su guja en el cuello de la bestia. La espada llameante de Archaon cayó una y otra vez, pero Katakros esquivó todos los golpes por meros centímetros.
Así continuaron, mordisco, golpe, esquiva, en un duelo de furia y velocidad imposibles. Aquí, en las puertas de Varanspire, solo podía haber un vencedor.
Dorghar atacó y el Mortarca alzó el escudo una décima de segundo tarde, por lo que sus mandíbulas reptilianas se cerraron en torno al pecho del general Ossiarch. Otra de sus cabezas lanzó una dentellada y arranco Inda-Khaat de su mano.
Empalado e indefenso, Katakros fue alzado como un pelele para encontrarse con la ardiente mirada del Elegido.
“No…te ha sido…tan fácil” susurró.
Entonces la Matarreyes cayó y la oscuridad se cernió sobre él.
¿Entiendo que Katakros ya preveía este final y en un futuro aplicará las lecciones aprendidas de la batalla? o ¿éste es el final de nuestro campeón 🙁 ?
Por cierto, la entrada es impresionante y la he disfrutado un montón. ¡Gracias!
@Kuldan: veremos, veremos. Aún queda una entrada más de la Invasión a Ochopartes…
Y como no nagash pierde.
No lo digáis tan rápido. Ahora nagash tiene una fortaleza en ocho partes, algo que ni los stormcast han conseguido antes. Y katakros, aunque ha perdido, parece que tiene todo bajo control.
El final es el esperado pero me ha gustado mucho leerlo, en especial la intervención de Be’Lakor. Y si aún falta una entrada es que todavía no se ha dicho la última palabra, interesante.