Logroño, año del señor de 1521. Hoy, Once de Junio, celebramos la victoria de la milicia local sobre el enemigo que alzó asedio sobre nuestra ciudad por varios días. Enviaron mensaje, y propuesta de rendición, y paso a través de la ciudad en la aciaga tarde del 24 de mayo. Las tropas del rey Enrique II de Navarra, comandadas por André de Foix, señor de Lesparre, llamado Asparrot, se plantaron ante las puertas de la ciudad con exigencia de paso y pernocta. Su ejército estaba formado por bearneses, labortanos, franceses, bajonavarros y altonavarros. Treinta mil hombres y veintinueve cañones se adueñaron de la otra orilla del río Ebro.
El caballero capitán Vélez de Guevara dió cumplida respuesta: «no se dará paso alguno a este ejército enemigo mientras tengamos las llaves de sus puertas, pues son tan pesadas que por numerosos que sean los soldados que traigáis no podrán llevárselas». A continuación se encargó de organizar la defensa, cuatro mil hombres y mujeres que formaron la milicia local. Reunida junta general de la ciudad en la Iglesia de Santiago, se mandó al general Asparrot la siguiente misiva: «Logroño no abrirá sus puertas al enemigo, mientras uno de sus habitantes tenga vida para combatir. Nos defenderemos hasta la muerte».
La ciudad sobrevivió a base de peces pescados en el Ebro durante el asedio. Las murallas de la ciudad tenían un ingenioso sistema para poder salir por ellas sin ser apercibido, y así fue que los logroñeses pudieron subsistir ante la hambruna que se desató. (Según cuenta la leyenda) el resto de viandas fueron destinadas a la alimentación del último animal bovino que quedaba vivo en la ciudad, que fue engordado y mostrado a los invasores para extender la leyenda de que todos los habitantes de Logroño, incluidos los animales, poseían un tamaño sobrehumano y así atemorizar las tropas del ejército invasor.
Se intentaron varias estrategias, como la de anegar el campamento francés mediante una riada. Anoche, 10 de junio, la escasa guarnición de la ciudad, junto con valerosos habitantes, atacó por la noche el campamento enemigo, infundiendo confusión y temor en las tropas atacantes, esparciendo la noticia de la llegada de los soldados de Antonio Manrique de Lara, Duque de Nájera, con un ejército de 20.000 hombres.
Ante semejante amenaza, Asparrot mandó levantar el asedio y huyó con sus tropas en desbandada. Hoy 11 de junio la ciudad celebra la victoria y jura el «voto de San Bernabé». Así dejo escrito mi vivencia, tal como aconteció.
Representación del asedio.
Desde 2008 se representa el asedio de Logroño. Ciudadanos caracterizados representan a las tropas en conflicto, forman los campamentos respectivos y se enfrentan ante el Cubo del Revellín para representar la capitulación del francés. Este acto es muy popular y colorido, aunque como recreación es un poco… fantasiosa, en la forma de luchar o de vestir. Pero bueno, es una fiesta popular, no un torneo recreacionista.
El arco de San Bernabé.
Se consideró al santo protector de la ciudad, así que se convirtió en protagonista de la fiesta. Se realizan ofrendas al santo y banderazos de honor, así como procesión. El arco de San Bernabé es una estructura metálica antaño colocadas en varias zonas de la ciudad. Hoy en día solo se coloca uno en la entrada de la calle Portales, y es habitual que los logroñeses crucen bajo el arco cuando entran en el casco viejo de la ciudad (y arranquen alguna de las hojas de boj que lo recubren).
Ofrenda del Pez.
El día de San Bernabé, cercano al día 9 que es el Día de la Rioja, se celebra una antigua tradición que lleva a cabo La Cofradía del Pez. Esta ofrenda se oficializó en 1940. Se hace entrega a todo aquel que se acerque a la muralla del Revellín de un pez asado a la brasa, con su correspondiente pan y vino, como celebración y recuerdo de la victoria frente al asedio. También puedes poner un dinerito para llevarte una jarrita de barro cocido como recuerdo (hoy en día cuesta un eurito). Por supuesto la jarra está llena de vino también, que a esas horas de la mañana raspa, pero entre raspa y raspa (de trucha), vinazo.
«Esto» que parece abandonado… es la entrada principal de la ciudad, el paso bajo muralla del cubo del Revellín. Tal cual estaba hace quinientos y pico años.
Si hamijos, la edad media era así de tosca, y hay orden de no «retocar», no nos hagan como el castillo ese que le plantaron ladrillos y metacrilato para «restaurarlo». Deja deja…
Este es el escudo original de la ciudad, en el año 1521. El actual es «distinto», porque el emperador Carlos I de España ordenó añadir al escudo de la ciudad tres flores de lis, como recuerdo de la victoria.
Nota final: la guerra siempre es muy jodida. Y esta celebración no representa una victoria sobre un enemigo, solo la defensa de un pueblo. Como tantas ha habido y habrá, desgraciadamente. De vez en cuando no te queda más remedio que decir «no».
O como se dice en logroñes, «si por los cojones».
Ciertamente, la guerra siempre es jodida. De hecho, los NAVARROS tenían sobrados motivos para estar bien rebotados. Ya puestos, Carlos I, podía haberse metido las flores de lis por donde acaba la espalda y haber cumplido su promesa de restaurar la soberanía navarra. Y es que lo mas jodido de la guerra es que quien la causa no suele estar ahí para comérsela….
@mauricepiesligeros: En una viñeta aparecía muy bien descrita: «la guerra consiste en que viejos que se conocen y se odian envían a morir por ellos a jóvenes que no se conocen ni se odian».
Y otro montón de cosas así…
«La guerra es una masacre entre gente que no se conoce para beneficio de gente que si se conoce pero no se masacra»
Lo importante es que ganamos y pto. Las derrotas no se celebran.
Bravo, gran artículo.