Durante un tiempo, la alianza de Sigmar fue lo bastante fuerte como para forjar la civilización en los Reinos Mortales. Que los dioses compartieran un origen común, el Mundo Pretérito, demostró ser un vínculo poderoso. Sin embargo, empezaron a aparecer grietas en la unidad del panteón y la invasión del Caos acabó por quebrar esa alianza.
La ruptura del panteón
Durante siglos, el panteón del Orden mantuvo reuniones en los grandes salones de Azyr. Sus acalorados debates y sus intervenciones milagrosas convirtieron los reinos en lugares donde las culturas nativas prosperaron sin igual. Pese a eso, conforme el Caos iba filtrándose en la realidad de los Reinos Mortales, la unión entre los dioses empezó a debilitarse.
Hacía mucho tiempo que Alarielle había demostrado ser una poderosa aliada de Sigmar, pues por donde ella pasaba, la tierra se volvía verde y fértil. A petición del Dios Rey, Alarielle se aventuró lejos, llevando la luz de la vida a todos los rincones de los reinos. Sin embargo, mientras ella caminaba lejos, Ghyran cayó bajo un ataque. Nurgle, Padre de las Plagas, ansiaba estas tierras por encima de otras, pues deseaba pervertir la fecundidad del Reino de la Vida para anexionarlo a su vil jardín en el Reino del Caos. Cuando Alarielle volvió para luchar, su reino ya estaba infectado. La culpa y la ira que sentía la sumieron en el abatimiento. Se culpó tanto a sí misma como a Sigmar y se retiró a remotas áreas de Ghyran que aún no habían sido corrompidas, decidida a luchar y morir si era necesario. Lideró la resistencia contra las fuerzas de Nurgle, pero a lo largo de los siglos las fuerzas impías acabaron por encontrar todos y cada uno de sus lugares de poder, y la guerra por Ghyran se fue perdiendo lentamente. Al final, Alarielle usó todos sus encantamientos para retirarse al Valle Oculto de Athelwyrd y se preparó para lo peor.
Gorkamorka formó parte del panteón muy a regañadientes. Estaba en deuda con Sigmar por su liberación y accedió a dirigir su furia contras las inmensas bestias que habitaban Ghur, permitiendo la prosperidad de las tribus que allí habitaban. Se dice que los grandes esqueletos que adornan el paisaje de ese reino datan de esta época. Se derramó tanta sangre y se amontonaron tantos cráneos que Khorne no pudo más que mirar con aprobación la gran carnicería de Gorkamorka. No pasó mucho tiempo hasta que Gorkamorka, hastiado hasta lo inimaginable de la política y los debates azyritas, se levantó furioso y abandonó para siempre Azyr, iniciando una cruzada de violencia y salvajismo que atravesó los Reinos Mortales con la fuerza de un centenar de desastres naturales.
Grungni sabía que su pueblo, al igual que el carbón, se hacía más fuerte bajo una gran presión. Por eso, cuando el Caos invadió los reinos, dejó que sus hijos lucharan solos. El azote del Caos destruyó cada reino de la montaña y arrasó cada fortaleza enana. Muchos de los supervivientes se lanzaron hacia los cielos, logrando mucho más éxito en sus empresas que el que jamás hubieran cosechado en la montaña. Sin embargo, las cicatrices fueron profundas y los enanos dieron la espalda a su dios. Grungni nunca pudo decirles cuánto les había ayudado precisamente no ayudándoles, pues el resentimiento de su gente contra él era demasiado profundo. Al final, la culpa que sentía por haber hecho oídos sordos a las desesperadas plegarias de sus hijos fue demasiado para él. Pasó sus deberes a los Seis Herreros que había reunido para trabajar con Sigmar y desapareció en las leyendas, pues reparar la herida de su poderoso corazón estaba más allá de sus habilidades.
Los dioses élficos Tyrion y Teclis participaron en gran medida en los asuntos de Azyr. Sin embargo, cuando los estudios arcanos de los gemelos les llevaron a los bordes de la realidad y, más en concreto, a la región donde podía encontrarse su némesis Slaanesh, empezaron a dedicar cada vez menos tiempo a trabajar con Sigmar y en su lugar unieron fuerzas con Malerion para localizar y puede que incluso rescatar las almas élficas perdidas. Malerion, por su parte, fue el primero en distanciarse del panteón para perseguir sus propios objetivos: encontrar a sus parientes elfos.
Cuando las fuerzas del Caos atacaron la realidad, Nagash centró todos sus esfuerzos en proteger Shyish. Viendo una oportunidad, las fuerzas del Caos atacaron en masa. Decenas de millares de bárbaros se mataron entre ellos en combate ritual para llegar a los inframundos del Reino de la Muerte, mientras legiones de guerreros del Caos atravesaron la Puerta de los Huesos. Esa gran hueste demostró ser imparable y Sigmar, aparente aliado de Nagash, nunca fue visto en la batalla. Si bien el Gran Nigromante logró expulsar a las huestes del Caos de Shyish, su ira ante lo que el entendía como una traición del Dios Rey no disminuyó. Esto quedó patente en la batalla por Todaspartes.
Solo me queda decir: «Don’t trust in superstitions, trust aether-matics».
Ya tengo ganas de leer el siguiente.
No importa cuantos universos cree GW, ni como se llamen, algo es seguro: Los enanos seguirán perdiendo fortalezas.
Queremos más! me está viniendo genial para refrescar a ratitos el trasfondo. Gracias.
Lo sabía, Sigmar es un capullo… Vaya mierda de dios benévolo y sabio xD Ya podría GW dejarse de zarandajas con él y reconocer que tiene de bueno lo mismo que Morathi (por ejemplo)
@Narbek:
Lo único de bueno que tiene es la barba (para que no le llamen Emperador…) y dar martillazos. No le pidas más… xD
@Druchii: gran verdad, no ganan para disgustos. Así que están siempre taciturnos.