Segunda entrega de la serie. Tras ver como se formó Eä y su cosmología, ahora empieza a calentarse el ambiente con la aparición de las primeras razas. ¡Al grano!
Los seres que sometieron a los cuatro Jinetes sintieron curiosidad por aquello creado por el Equilibrio, observando su superficie con interés. Decidieron llamar este lugar Eä, en referencia a los vastos océanos que recubrían la tierra, pero lo que realmente les llamó la atención fue la evolución de la Vida. El desarrollo del mundo por parte del último de los engendros Primordiales era algo nunca visto hasta el momento en el cosmos.
Quisieron experimentar, observar y sentir los efectos de lo que creaba la Vida, pero estos seres eran demasiado masivos y poderosos, acostumbrados a vagar por el espacio exterior, por lo que no podían asentarse en Eä. Los más audaces de entre ellos confeccionaron cuerpos a partir de los elementos para albergar sus consciencias. Sin embargo, ningún ente físico podía contener la totalidad de uno de estos seres por la inmensidad que representaban.
Los nuevos receptáculos tomaron la forma de los Dragones, si bien una parte importante del poder de cada uno de estos seres fue abandonado y dispersado en el espacio. Eran mucho menos poderosos pero por lo menos podían explorar y experimentar Eä libremente.
A los pioneros en esta trasformación le siguieron el resto, formándose toda una nueva raza de Dragones. Razonaron que el enemigo, la Destrucción, había sido derrotado por lo que ya no necesitarían sus antiguos poderes.
Los Dragones recorrieron durante milenios la superficie de Eä, observando atentamente la gradual complejidad de la Vida, la diversidad de su ecosistema y como se iba adaptando a cada evolución. Esto último era algo que los Dragones no podían experimentar, ya que poseían una forma física definida e inalterable. Empezaron a desprenderse de más de su poder para poder reforjar sus cuerpos, modificándolos. Además, cuando los Dragones se reproducían, su cría no era más que una sombra de sus progenitores ya que en el proceso de creación se perdía parte de su esencia.
Por ello, con el tiempo y cada nueva generación de Dragones, su poder disminuía considerablemente y ya casi no quedaba ni rastro de los seres primordiales divinos originales. El precio a pagar por poder disfrutar de Eä. Aun así, seguían siendo criaturas de gran poder comparado con cualquier otro ser vivo.
En algún lugar alejado del mismo cosmos, pero ajeno al Equilibrio, había otras formas de vida. Se asume que la raza de los Exiliados provenían de alguno de estos otros planetas dentro del mismo cosmos. La llegada de los primeros exploradores y científicos anunciaba el fin de la Era de los Dragones, aunque nadie lo sabía en esos momentos.
Los Exiliados originales no eran más que los precursores de los Spires, limitándose a pequeños asentamientos que en nada se parecían a las monstruosas torres orgánicas que crearían después. Los Dragones no les prestaban atención a un puñado de científicos extraños que no mostraban ser problemáticos. Y así pasaron siglos.
Hasta que llegó el día en el que sobre la superficie de Eä había cientos de miles de Exiliados. Los últimos en llegar fueron el Linaje de los Soberanos, que cerraron la vía de comunicación con su planeta natal para huir de la calamidad que allí ocurría, condenando a la mayoría de su raza que aún no había hecho la travesía. Convenientemente, este Linaje era de los pocos pertenecientes a la nobleza y clase dirigente de los Exiliados que consiguió llegar a Eä.
Junto a los Soberanos, una buena porción de la casta de artesanos y religiosos también consiguieron escapar. Fueron justamente las autoridades religiosas de los Exiliados los que denunciaron las acciones del Soberano, acusándole del genocidio que dejaron atrás. Empezaron pues las primeras rencillas en la antigua raza.
La casta de los artesanos y guerreros, acostumbrados al trabajo laborioso y constantes mentiras de sus dirigentes, no fueron presa de la rabia de los religiosos. Se limitaron a lo que mejor sabían hacer y trataron de reconstruir su civilización.
En un entorno potencialmente hostil y con pocos recursos, los Exiliados se vieron obligados a hacer uso de la Unión-Vital para desarrollarse. Esta práctica estaba casi abandonada por la raza, considerada primitiva y dolorosa ya que los seres que toman parte en ella tardan meses o incluso años en poder crear algo. Poco se sabe en que consiste exactamente esta Unión-Vital salvo que en esos momentos no era apenas utilizada y su uso era casi un ritual religioso ceremonial supervisado por la casta religiosa. El hecho de volver a hacer uso de tales prácticas de forma libre y en cantidad enfureció incluso más a los religiosos y su líder espiritual, la Voz.
La implacable intensidad con la que se implicaba la casta de los artesanos y guerreros alegró al Soberano, aunque quizás debería de haberle aterrado ver la cantidad de esfuerzos y sacrificios que hacían sin pedir nada a cambio. La población Exiliada creció exponencialmente al igual que las torres Spires empezaron a brotar por todo Eä.
Por el momento, los Exiliados y Dragones apenas se habían cruzado, unos cuantos exploradores y jóvenes dracos como mucho. Los Dragones más antiguos ni se molestaban en interactuar con ellos.
A lo largo de los milenios que siguieron la Guerra de los Primordiales, hubo muchas razas y civilizaciones más o menos primitivas que crecieron en la superficie de Eä. El resultado era casi siempre el mismo, con los Dragones aniquilando las razas cuando su civilización degeneraba demasiado. Por ejemplo, algunas de ellas rendían culto a la Destrucción, algo intolerable para los Dragones.
El hecho que los Exiliados no mostrasen ningún comportamiento o corrupción propia de los agentes de la Destrucción quizás sirvió para pasar desapercibidos, pues no eran vistos como una amenaza para el Equilibrio.
Los Dragones solían mantenerse distantes y aislados, ignorando las razas inferiores ya que ellos eran la forma de vida más avanzada desde que se formó el planeta. Su sociedad se basaba en una compleja red de interacciones entre las distintas generaciones de Dragones, manteniendo al margen las necesidades materiales o competitividad y orgullo. Con tal mentalidad, no estaban preparados para descubrir una sociedad como la de los Exiliados. El choque cultural que recibirían causaría una profunda impresión.
Al notar el crecimiento desmesurado de los Exiliados, los Dragones enviaron parte de su prole menos experimentada como emisarios y así “investigar” a que se dedicaban estos nuevos seres que no parecían nativos de Eä.
Los jóvenes Dragones se maravillaron de las herramientas, armas y creaciones de los Exiliados. Sabiendo que siempre serían más débiles que las generaciones anteriores, pensaron que podían hacer uso de estos artefactos para dejar de ser el escalafón más bajo de su sociedad. Poco tardaron en pedir tributo a los Exiliados, reclamando armas y joyas. Sin embargo, la raza extraterrestre considero poco más que animales sobredimensionados a estos jóvenes Dragones, ajenos al verdadero poder de los miembros más antiguos de la raza draconiana.
Y así empezó la Primera Guerra en Eä. La ambición de unos pocos y la ignorancia de muchos otros fue el inicio de un conflicto que podía haberse considerado totalmente innecesario.
Los jóvenes Dragones empezaron a asaltar las Spires, saqueando sus armerías y mostrándoles al resto su raza las riquezas que albergaban las extrañas torres orgánicas. A su vez, los Exiliados se creían superiores y guerrearon con ganas, derramando por primera vez la sangre de los Dragones.
La guerra se intensificó y el Soberano Exiliado quiso poner fin de forma contundente al conflicto antes de perder de nuevo su civilización. Reunió al mayor ejército Exiliado visto jamás, convencido que los Dragones no eran realmente un poder militar en sí, sino simples monstruos que antes o después se plegarían a la disciplina de los Exiliados.
En el momento de lanzar el ataque total contra los Dragones, la inmensa mayoría del ejército Exiliado simplemente desapareció. Solamente quedaban los fieles guardaespaldas del Soberano y su legión de aduladores, que poco iban a hacer contra el poder de los Dragones.
Durante los siglos que precedieron ese instante, la clase artesanos y guerreros Exiliados habían preparado minuciosamente su libertad y venganza contra el Soberano en una jugada maestra. En vez de protestar y mostrar sus cartas como hacía la casta religiosa, la clase más baja de los Exiliados simplemente se marchó en el momento que sus dirigentes más los necesitaba. Lo hicieron sin mediar palabra, dirigiéndose más allá del océano y acabar siendo recordados como los Silenciosos.
Sin ejército, el Soberano estaba en una situación muy delicada. Preso del pánico, ordenó a un grupo minoritario de científicos extremistas que encontrasen una solución urgente a la amenaza de los Dragones. Pervirtiendo la Unión-Vital, estos científicos crearon la Biomancia para repoblar su raza con obedientes y maleables clones.
Este último acto colmó la paciencia de la casta religiosa, haciéndoles actuar contra el Soberano. Su líder, la Voz, reveló que llevaba en contacto con los Dragones desde su llegada a Eä y que tenían acuerdos para cederles todas las posesiones materiales Exiliadas a cambio de tierras y bosques en los que vivir en paz.
El Soberano aplacó la rebelión de los religiosos usando por primera vez sus recién creados guerreros clones, masacrando buena parte de la población. Pero en el momento de confrontar a la Voz, esta invocó a los Dragones antiguos en la propia corte del Soberano. Al experimentar por primera vez tal majestuosidad y poder, el Soberano solo pudo acceder a negociar.
Poco se sabe de cómo transcurrió la mesa de negociación pero los resultados hablan por si mismos. Sorprendido y acorralado, el Soberano dio ordenes de parar la masacre de su pueblo y permitir que todos aquellos Exiliados que quisieran irse pudieran hacerlo con seguridad.
La mayoría de la población Exiliado que aún vivía se unió a la Voz, desplazándose a los vastos bosques de Eä buscando una existencia tranquila y alejada de los desvaríos y maquinaciones del Soberano. Serían conocidos como los Tejedores.
Los Dragones saquearon las pertenencias de los Linajes y con una sociedad hecha jirones, sin economía ni población, la civilización original de los Exiliados podía haberse extinguido en ese mismo momento. Pero el Soberano era alguien que había defendido su trono durante milenios contra incontables rivales, incluso sobreviviendo a la destrucción de su propio planeta. No iban a ser los Dragones los que pusieran fin a su reinado.
Para garantizar de nuevo un estatus quo y poder levantar de nuevo su sociedad, el Soberano ofreció algo que los Dragones miraban con codicia: los secretos de la Biomancia. La arrogancia y avaricia de los Dragones les cegó, inconscientes que esto era un regalo envenenado que anunciaría la condena de la noble raza draconiana.
Se me había pasado el anterior artículo. Me he leído los dos del tirón y me gusta mucho este trasfondo. Muchas gracias por el esfuerzo de traducirlo. Con ganas de más 😀
@Orcen:
Gracias 🙂
Todos los martes durante las próximas cinco semanas subiré uno!
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