Con la entrada 24 acabamos con la campaña de Ochopartes. Me ha encantado escribir sobre los ejércitos Ossiarch y el Caos y espero que hayáis disfrutado todos leyendo las gestas de nuestro campeón Katakros. En breves empezaremos con la última expansión de la Segunda Edición de Age of Sigmar: Morathi. Ya me lo he leído entero y tiene cosas muy interesantes, sobre todo el final. Puedo decir firmemente que están preparando el terreno para sacar la Tercera Edición del juego. Pero antes de eso, una conclusión para la campaña que tenemos entre manos. ¡Disfrutad!
En lo más alto de la mayor torre del Arx Terminus había una sala abovedada construida con un hueso cristalizado tan negro como la noche. Grandes pilares delimitaban la habitación, todos ellos cuidadosamente decorados con imágenes de guerra. Hordas mortales sin facciones arrodillándose frente a un gigantesco titán, barcos ardiendo en una bahía de hielo y otras mil gloriosas representaciones de victoria. En el centro de la sala, se alzaba un trono de recio hueso blanco y en él se sentaba el responsable de todos esos triunfos.
El Mortarca Katakros estaba perdido en sus pensamientos. Ante él, marcado en las baldosas, descansaba un gigantesco mapa de Ochopartes como una colosal estrella de ocho puntas, en cuyo centro se encontraba Ochopartes. Unos encorvados necrosiervos empujaban enormes bloques de marfil pulidos a través de la habitación, portadores de pergaminos se alineaban en la sala y los mensajeros carroñeros eran enviados de un confín a otro lanzándose al vuelo a través de las bocas de gárgolas esculpidas en el techo.
“La Miríada Nula debe avanzar hacia la Montaña Aullante y asediar la Fortaleza Vornskar”, dijo el Mortarca. “Las formaciones quinientos y cuatrocientos treinta de los Pretorianos que fortifiquen el Paso del Empalador. El enemigo utilizará las carreteras radiales para apresurar su avance. Enviad un mensaje a Nagashizzar solicitando refuerzos espectrales en grandes cantidades para peinar todos los caminos. No se debe conceder ni un momento de respiro».
Katakros se llevó una mano a la placa de marfil de su pecho. Aún notaba el dolor y eso era extraño. La transferencia oseomántica debería haber eliminado toda herida sufrida en su forma previa, pero su pecho aún ardía donde el Rey de Tres Ojos le había hundido su espada llameante, atravesando armadura y hueso y dispersando la energía nigromántica que mantenía al Mortarca de una pieza.
El Elegido había sido un oponente tan digno como se esperaba Katakros y derrotarlo supondría una gloria que superaría a cualquier otra de las mostradas en la sala. El Alto General ignoró la agonía, no era más que otra distracción a la que vencer. Se levantó de su trono y sus asistentes cayeron de rodillas frente a la gloria de su señor. Dos de ellos se arrastraron y portaron la cola de sus ropajes según se dirigía al fondo de la sala, donde una inmensa ventana de vidrio emplomado proyectaba una enfermiza luz púrpura. Más allá, Katakros podía ver el Portal Final. Incluso ahora, sus mayores arquitectos Mortisans se esforzaban en asegurar el pórtico con una red aún mayor de torres de balistas y trincheras defensivas.
El Mortarca de la Necrópolis sabía que la batalla de Varanspire, que en su opinión no era ninguna derrota, no sería la última vez que el Caos lanzaría todo su poder contra él para expulsar a las fuerzas de Nagash de sus dominios. Tenía muchísimas ganas de que se diera ese encuentro, ya que había aprendido mucho al observar la precipitada ira de Archaon. Después de todo, esa siempre había sido la intención de aquella campaña.
Katakros cruzó un gran arco de hueso pulido y entro en una cámara iluminada con el cristalino brillo de la magia de almas. Phosos estaba esperando al Mortarca. Tras levantarse de su mesa de trabajo, el Mortisan hizo una reverencia.
“Mi señor Mortarca, hemos hecho grandes progresos”, dijo con voz ronca.
Katakros no hizo caso al maestro escultor y en su lugar inspeccionó las estatuas que plagaban la cámara. Eran grandes e imponentes esculturas que aún estaban siendo pulidas por una multitud de siervos escultores. Todas mostraban la imagen de Katakros el Invicto.
“Voy a necesitar muchas formas”, dijo Katakros. “La primera sangre ha sido derramada, pero esta guerra no se ganará con prontitud…ni sin sacrificio”.
“Tendréis todo lo que requiráis, mi señor”, dijo Phosos. “Todo y aún más. Esto os prometo, ninguna espada ni hechizo os derribará”.
Katakros asintió satisfecho.
“Todo ha ocurrido como había predicho”, sentenció. “Ochopartes caerá, tal es la voluntad del Gran Nagash.”
Muy buenos estos artículos. Yo antes sentía cierta indiferencia por el trasfondo tan épico y colorido de Age of Sigmar, pero ahora estoy deseando que llegues al libro de Morathi.
Siento mucha curiosidad por que pasará con este personaje y sus aliados. ¿Se montaran una quinta facción fuera de Orden?
Me ha gustado el final, la verdad y ahora ya estoy deseando ver nuevas entradas 😀
Pues parece que no tienen miedo en alterar el Status Quo de AOS. Se agradece y ojala continúen por el mismo camino!!
Gracias por la entrada!