Esta semana seguimos desgranando la historia de Eä con los Dweghom, tercera de las razas antiguas en aparecer y producto de los trapicheos entre Dragones y Exiliados. Si seguís los artículos de Conquest, ya sabéis como acaba todo pero… ¿hay algo más?
Los Orígenes de los Dweghom
La sociedad de los Dragones siempre siguió el mismo orden: el poder que ostentaba cada draco declinaba en cada nueva generación. Los venerables acumulaban una cantidad de poder que ninguno de los jóvenes podía esperar alcanzar.
Esta característica fisiológica inamovible hacía que las generaciones recientes se interesasen por la magia o cualquier otro medio que les permitiese reducir la brecha entre generaciones. Creaban nuevos artilugios y autómatas para asistirles además de impulsar nuevos conocimientos.
Pero por cada nueva creación de los jóvenes, los antiguos podían replicar lo mismo mucho mejor. Estos últimos tenían la técnica y conocimiento que nunca pasarían a sus descendientes, lo cual dio lugar a la mayor debilidad en su sociedad: el amargo resentimiento de los vástagos hacia sus progenitores.
Pero los Dragones antiguos tenían el defecto que los cuerpos mortales que se había forjado eran comparativamente frágiles y sujetos a largos periodos de descanso. No lo veían como un problema, ya que semejantes seres contabilizaban el tiempo en milenios, el paso de los años siendo casi irrelevantes. Sin embargo, los Dragones jóvenes si consideraban esto un defecto sabiendo que otras razas y civilizaciones empezaban a florecer por Eä, y estas no medían sus objetivos en milenios.
Los sirvientes autómatas de los Dragones, constructos de los distintos elementos del mundo, requerían gran fuerza de voluntad y consciencia por parte de los Dragones. Esto no siempre era factible para los más jóvenes ni práctico para los ancianos por sus largos periodos de reposo.
A través de sus peleas con los Exiliados, los Dragones jóvenes se dieron cuenta de la cantidad de sirvientes que poseían y lo fácil que les resultaba manipular esas formas de vida. Presionaron a las generaciones antiguas para tener ese secreto: la capacidad de crear Vida a un nivel nunca visto hasta el momento por la raza draconiana.
La intervención de la líder espiritual de los Exiliados, la Voz, les reveló que semejante poder estaba a su alcance y por ello los Dragones antiguos decidieron intervenir personalmente en el conflicto con los Exiliados… para regocijo de las nuevas generaciones.
Parte del trato para perdonarle la vida al Soberano, cuando este estaba solo y acorralado, fue la entrega de tres miembros del Directorado a los Dragones. Estos Biomantes les enseñarían todos los secretos de sus artes oscuras, las cuales los Dragones absorbieron con entusiasmo. Sobretodo los más jóvenes, ansiosos de acumular conocimientos y nuevas capacidades que les acercasen a los antiguos.
Al cabo de unos años ya estaban creando formas rudimentarias de vida, mejorando con cada intento. Tardaron pocos siglos en crear las primeras formas de vida inteligente.
Los Dragones parecían muy seguros que la forma de vida que buscaban moldear. Sería la de un ser servil que les rindiera culto, llegando hasta el punto de implementar en ellos lealtad perpetua y miedo a disgustar a sus creadores. Sin saberlo, estos detalles eran el camino de su perdición.
Tras largos siglos y muchos intentos, los Dragones estaban bastante satisfechos de sus creaciones. Seres fuertes, trabajadores incansables y artesanos sin igual. Para los Dragones lo único que les faltaba para ser los sirvientes perfectos era la inmortalidad. Desafortunadamente, esto no era posible por lo que tener que enseñarles a cada nueva generación lo que sus antepasados aprendieron era un problema importante. Necesitaban que sus sirvientes siempre pudieran rendir a la perfección, sin pausas.
Su solución era darles el Don de la Memoria. Todo conocimiento adquirido por una generación pasaría a las siguientes, como si sus mentes estuviesen vinculadas por una memoria compartida. Así no se perdería ninguna habilidad ni conocimiento. Ahora satisfechos, los Dragones empezaron a crear en cantidad estos nuevos seres, los Artesanos (o de forma afectiva, Enanos).
Al ser los sirvientes definitivos, estos Enanos trabajaban a destajo y sin respiro, recibiendo a cambio un trato negligente por parte de los Dragones (en el mejor de los casos). Si bien los dracos gozaban de todas la habilidad de sus mascotas, apenas se interesaban por su bienestar más allá de asegurarse que sobreviviesen para que hubiese una nueva generación de sirvientes.
A pesar de ser tan desagradecidos y severos, los Dragones siempre se maravillaban con la artesanía de los Enanos, demandando cada vez más productos extravagantes y costosos. Incluso siendo diseñados para obedecer órdenes, pequeños incidentes aislados empezaron a aparecer entre los sirvientes. Los siglos de opresión asentaban las bases de una rebelión que en principio era impensable.
Los Artesanos que no cumplían al pie de la letra las órdenes de sus amos eran expulsados a las minas más profundas, zonas recónditas y peligrosas en las que ningún ser vivo había puesto los pies desde el conflicto de los Primordiales. Los propios Dragones parecían haber olvidado que en alguna de estas galerías se encontraba la llave para la libertad de sus esclavos: el segundo Jinete, la Guerra.
La Ruptura y las Guerras de la Memoria
La Guerra se encontraba prisionera, encadenada en su trono por los poderes Primordiales utilizados por los Dragones. En principio para toda la eternidad, o eso creían. La rabia y poder que desprendía era un canto de sirena para los Artesanos que se encontraban cada vez más cerca. Ejercía una influencia irresistible para ellos, que casi de forma inconsciente cavaban hacía su trono.
No existen datos sobre que ocurrió exactamente dentro de la Cámara de la Guerra, solamente que un grupo de Artesanos topó con el Jinete y que de la fusión entre ellos y el poder del ser primordial emergió una nueva raza: los Dweghom. Ya no eran Enanos, ni sirvientes, ni esclavos…. Si no guerreros libres imbuidos del poder de la Guerra. Su esencia ya no tenía nada que con la de los Dragones, nada les ataba a ellos.
Pasó mucho tiempo hasta que estos nuevos Dweghom emergieran de las profundidades. Sabían perfectamente que el único desenlace posible si volvían a la superficie era una guerra total contra sus antiguos amos. Todos aquellos que se rebelaron en el pasado se prepararon para ello.
Conociendo los secretos de los Dragones, los Dweghom sabían que tenían asestar una estocada mortal desde el inicio: matarían a los Antiguos primero. Consumidos por la ciega rabia y odio de la Guerra, poco les importaba su propia integridad mientras hubiese guerra, por lo que ya tenían una ventaja comprado a sus enemigos. Si el mundo se consumía en una guerra que sacudiría los cimientos de Eä, bienvenida sea.
El primer paso que tomaron los Dweghom fue el de liberar la Guerra de su prisión. Tal evento cataclísmico, la Ruptura, tendría graves repercusiones, ya que el poder primordial impuesto por los Dragones se desvaneció de golpe. Los Dragones más antiguos, aquellos que estuvieron presentes hace eones para el encadenamiento del segundo Jinete, recibieron un golpe terrible por la liberación de energía. Sus cuerpos mortales se desgarraron, siendo inservibles para la ya inevitable guerra.
Saliendo de una ruina de escombros, la Guerra miró a los Dweghom con satisfacción, sabiendo que el mundo de Eä jamás conocería la paz de nuevo. Armados con piezas específicamente diseñadas para penetrar la gruesa piel escamosa de los Dragones, los Dweghom emergieron de las profundidades con una violencia nunca vista.
El conflicto duró muchos años, incluso con el colapso de los Dragones venerables durante la Ruptura. Era una guerra de aniquilación total, no se esperaban supervivientes así que los Dweghom no descansaron hasta cazar a la última bestia draconiana.
Tal genocidio no se limitó a los dracos. Los Artesanos y sirvientes autómatas de los Dragones también se unieron para defender a sus amos. Sin piedad, los Dweghom arrasaron todo lo que se interpuso en su camino, aniquilando a aquellos que una vez fueron sus iguales.
Con el mundo en llamas, los Ancestros de los Dweghom, los que primero visitaron la Guerra, empezaron a notar el coste físico y psicológico que empezaba a pesar sobre los Dweghom. El hecho de matar hasta el último de los Enanos fue la gota que colmó el vaso. Los Ancestros, en principio los guías espirituales y militares de los Dweghom, abdicaron su poder, negándose a ser los líderes de una raza tan sedienta de destrucción y vengativa.
Los demás Dweghom empezaron a asentar las bases de su nueva sociedad, tras la destrucción absoluta del mundo que conocían hasta el momento. Fueron los Mnemantes, custodios de la Memoria, los encargados de dar forma a una estructura social. Se levantaron Bastiones sobre las antiguas moradas de los Dragones, crearon Clanes, etc…. La Memoria estaba en el centro de todo, era sagrada. Pero cuando los Mnemantes empezaban a discrepar sobre la historia de su pueblo, incluso los puntos más insignificantes, la guerra nunca andaba lejos.
Así se desataron las Guerras de la Memoria. Conflictos que en realidad nunca han acabado. Significan casi el estatus quo para los Dweghom, que por su propia esencia no son capaces de dejar de lado las armas. Con la Guerra merodeando libremente por Eä, los Dweghom fueron incapaces de forjar un nuevo mundo de las cenizas del antiguo que destruyeron, recurriendo a matarse entre ellos.
La aniquilación de los Dragones dejó un gran vacío en Eä. Estos habían sido los maestros absolutos del mundo desde prácticamente su formación pero ahora no había nadie que pudiese ocupar su lugar. Los Exiliados miraron todo esto de reojo, esperando su oportunidad. Sin embargo, los Tejedores estaban demasiado ocupados en reconstruir su sociedad lejos de todo el mundo mientras que de los Silenciosos nunca más se supo. Pero el Soberano y sus Spires querían reclamar todo aquello que los Dragones les habían arrebatado. Así pues, las dos razas antiguas empezaron a guerrear. Este nuevo conflicto le costó muy caro a ambos bandos, ninguno siendo capaz de dominar a su oponente. Mermados y sin apenas recursos, tanto los Dweghom como los Spires se retiraron a sus respectivos bastiones y torres, esperando el momento para reanudar sus rencillas.
Las razas antiguas estaban en su ocaso. Esta época de incertidumbre le dio alas a una civilización que desafiaría el mundo con un nuevo poder. Es el inicio de la Era de la Humanidad.