Seguimos desvelando la historia de los Dweghom de Conquest. Con los dos primeros artículos tenemos una buena idea de cómo funciona su sociedad, pero ahora toca centrarse en las dos castas más peculiares: los Templados y los Ardientes. Estos son los Dweghom que han sufrido algún tipo de transformación profunda al peregrinar a la prisión de la Guerra, recibiendo a cambio considerables poderes. En este artículo veremos quienes son los Templados, la casta de hechiceros Dweghom.
Cuando encontraron el trono de la Guerra, los Templados, al igual que los Ardientes, vieron el futuro de su raza desvelarse ante ellos. Pero no por el inmenso poder que atesoraba el ser encadenado, sino por las energías que formaban la prisión. Confiando en sus habilidades, los Templados creyeron que estos poderes elementales les asegurarían la victoria en su rebelión contra los Dragones. Rompieron las cadenas e impregnaron los Dweghom del crudo poder elemental que se liberó. Pero no sabían que esto traería consecuencias fuera de su alcance.
Fusionarse con la esencia de la Guerra cambió para siempre a los Dweghom y el mundo de Eä. Les sirvió para aniquilar a sus creadores, pero al hacerlo, extrajeron ingentes cantidades de las energías de la prisión de la Guerra. Así pues, las cadenas que contenían al ser divino flaquearon. Alimentado por el conflicto total que rugía entre los Dweghom y los Dragones, la Guerra por fin fue capaz de liberarse y vaga por la tierra sin control desde entonces. Este hecho aún atormenta a los Templados a día de hoy. A pesar de su éxito en la cruzada contra los Dragones, su incapacidad de controlar la esencia de la guerra que fluye en ellos les impidió dominar los poderes elementales, y en consecuencia lo que creían que era el destino de sus ancestros.
Los Templados consideran que la violencia y belicosidad de los Ardientes es prueba suficiente de este fracaso. Saben que si no consiguen mantener a raya la impulsividad destructiva de la Guerra que yace en ellos, toda la raza Dweghom estará condenada, siendo progresivamente consumida desde dentro. Su objetivo principal es controlar estos impulsos. Para ello, los Templados se implantan dispositivos creados con la energía elemental de la Guerra, que a su vez combaten su influencia. Otra consecuencia de estos implantes es el aumento de sus habilidades para controlar los elementos, haciendo de los Templados temibles hechiceros. A pesar de los poderes que les otorga, son un constante recordatorio de su fiasco inicial. Esta obsesión por mantener el control impulsa una meta final: forjar de nuevo su raza, corrigiendo las imperfecciones empezadas por sus ancestros.
Los hechiceros de metal son considerados por los Templados como la máxima expresión de los Dweghom, su salvación. Dotados con habilidades para controlar los elementos de la tierra y fuego, poseen un autocontrol que va mucho más allá que cualquier otro miembro de su raza. Con su maestría superior, moldean los elementos para crear nuevos materiales, como el metal. Esto les permite trascender las necesidades físicas, alterando piezas de metal para crear formas imposiblemente finas y precisas. Estos hechiceros son los responsables de producir los implantes de los demás Templados, esenciales para el funcionamiento adecuado de la sociedad Dweghom, así como mantener vivo el arte de la forja-hechizada.