Tras ser liberado en Lethis, el espíritu encolerizado de Katakros viajó hasta Nagashizzar dejando un rastro de destrucción por una docena de inframundos. Allí, fue reformado en un coloso de altiva mirada, un general como no se había visto jamás. Mas no siempre fue así.
Durante la Era de los Mitos, el guerrero conocido como Orpheon Katakros nació en la ciudad libre de Fleizch, en el Reino de Ghur. En su juventud, Katakros no era muy querido, ya que estaba tan absorto en la búsqueda de su gloria personal que consideraba el ocio una debilidad. Ascendiendo rápidamente en los rangos del ejército de la ciudad, encontró su vocación en la estrategia y la táctica. Nociones como la compasión y la indulgencia le eran ajenas, y el guerrero usó su gran capacidad de análisis para derrotar a sus enemigos al tiempo que estudiaba todos los tratados de guerra disponibles en las bibliotecas de Fleizch. Llegado el momento, Katakros usó su letal habilidad para liderar la élite flezchiana contra las inmensas manadas de hombres bestias que amenazaban su ciudad. Aunque el enemigo les superaba ampliamente en número, Katakros usó catapultas con munición ígnea para empujar a las bestias a salir de los bosques y lanzarse contra las líneas de su ejército. Buscando aprovechar el éxito de su táctica, encabezó una carga de carros para arrollar al enemigo que huía del límite forestal, pero sus hombres no pudieron seguirle el ritmo. Antes de darse cuenta, Katakros se encontró luchando solo contra un Ghorgon. Arrojado de su carro, quedó atrapado en una de las inmensas manos de la bestia. Aunque consiguió hundir su espada en el corazón del monstruo, este siguió luchando con espuma sangrante saliendo de su boca mientras arrancaba las extremidades de Katakros una a una.
Inframundos gemelos
Un tiempo después de su muerte, el espíritu de Katakros despertó en Ossia, un inframundo de Shyish poblado por fallecidos fleizchianos que creían en el honor y el trabajo duro. Las tumbas excavadas en Ghur estaban replicadas en Ossia, de modo que los vivos de Fleizch podían comunicarse con sus muertos y, mediante el esfuerzo y la vigilancia constante de los habitantes espectrales de Ossia, la santidad de su inframundo era preservada. Sin embargo, el dominio al norte era Necros, el más allá de aquellos fleizchianos que creían que sus esfuerzos mundanos se verían recompensados con una vida eterna de lujos. Así, mientras los ossianos trabajaban incansables incluso después de la muerte, los necrosanos comían y bebían tranquilamente al crepúsculo de Shyish.
Incluso siendo un espectro, Katakros se indignó por la diferencia entre ambos inframundos y pronto se unió a las filas del Ossian Echelon, una fuerza militar dirigida por los Tutores Sepulcrales, generales fallecidos que creían ante todo en la virtud del trabajo duro. La habilidad de Katakros en combate le llevó a ganar numerosos duelos rituales que determinaban la jerarquía militar en Ossia. Él no sentía la emoción del combate ni disfrutaba de la victoria, sino que estudiaba el arte de la guerra de forma lógica y desapasionada. Cuando ascendió de sargento a capitán, su talento era patente y había demostrado que podía enfrentarse a cualquier enemigo en cualquier terreno y destruirlo.
Katakros siguió escalando posiciones en el ejército hasta conseguir el rango de Alto General. Siempre iba a la batalla rodeado de sequito y guardaespaldas para asegurarse de que su atención sobre la batalla no se veía interrumpida. Confiaba en sus segundos, conocedor de sus capacidades ya que, si le fallaban, serían severa e ingeniosamente castigados. Todos sabían que Katakros no tenía piedad, pero al menos su insensibilidad era fiable. Bajo su mando, Ossia no conoció la derrota durante varios siglos de la Era de los Mitos.
La Ira de los Dioses
Tras el despertar de Nagash por parte de Sigmar, el Gran Nigromante buscó consumir a todos los dioses que dirigían los inframundos de Shyish. Aunque Ossia y Necros no adoraban a ninguna deidad, Nagash buscó subsumir ambas regiones por su cercanía a Nagashizzar, su centro de poder. Así, mandó innumerables huestes, pero durante un tiempo los expertos militares de Ossia las detuvieron. Era obvio que Necros no podría hacer lo mismo, ya que su gente solo pensaba en disfrutar de su paraíso. Así, Katakros unió ambos inframundos en una sola región geopolítica, mientras sus fuerzas ocupaban la tierra del norte y construían defensas en sus fronteras. Tantos esqueletos y zombies destroza el Ossian Echelon que al final provocan la visita en persona del propio Nagash. Con el mando directo de su ejército, Nagash destruye poco a poco las formidables defensas de Katakros. En cuanto se dio cuenta de que no podía vencer a su enemigo, Orpheon Katakros toma una ominosa decisión. Atravesando las puertas de Nagashizzar, ofreció una propuesta a Nagash. Dice mucho de la habilidad y reputación de Katakros que el Gran Nigromante no solo le escuchó, sino que aceptó el trato. A cambio de la servidumbre eterna, Katakros lideraría a los ejércitos de Nagash hasta que todos los Reinos fueran consumidos por la muerte. El espectro de Katakros fue llevado a los fuegos negros de Nagashizzar, donde fue reforjado como un terror imponente y escultural, antes de que se le otorgara el mando de los ejércitos más formidables que jamás habían servido a la muerte. Había nacido el Mortarca de la Necrópolis
En los años posteriores, el Mortarca conquistó una docena de inframundos de Shyish en nombre de Nagash. Sin embargo, su fin sería prematuro en el crepúsculo de la Era de los Mitos. Sigmar, esperando que Nagash honrara su alianza cuando Archaon asaltó los Reinos Mortales, se enfureció cuando el Gran Nigromante no presentó batalla junto a él en Todaspartes. Colérico, sembró la destrucción por todo el Reino de la Muerte buscando venganza mientras dejaba a sus tropas a su suerte contra el Caos. Al llegar a Ossia, un millar del Ossian Echelon fue destruido por la rabia ardiente del dios. Katakros, con un riesgo calculado, decidió enfrentarse en duelo al Heldenhammer en persona, razonando que su arma, la guja Inda-Khaat, podía llegar a matar a un dios, pues Nagash la encantó para ello. En las orillas del lago Lethis, Katakros luchó bien contra su adversario, cuestionando su ira y agotándolo lentamente. Pero la rabia de Sigmar aumentaba con las horas y con ella su fuerza, pues el Dios-Rey no conocía la fatiga. Cuando la luz del día empezaba a desvanecerse, Katakros se vio superado, su escudo arrancado de sus manos y su cuerpo destrozado por el golpe de Ghal-Maraz. Sin embargo, ni siquiera el legendario martillo puede destruir completamente al Mortarca y sus restos son enterrados en una Criptormenta cerca del lago Lethis.
Una entrada cortica para hablar de la vida de Katakros, mi personaje favorito de Age of Sigmar. Para la siguiente ya hablaré de los Ossiarch y avanzaremos hacia la última expansión de la historia hasta ahora.
Buen finde largo a todos!!
Pero cuántas vidas tiene este hombre!?
@gixeska: mala hierba nunca muere. Parece que ha revivido más veces que Nagash jajaja
Pues bonito trasfondo, lo conocía un poco por encima.
Se agradece la entrada!!!