Buenas a todos, aquí vamos de nuevo con el Cuento de Eones. En primer lugar, disculparme por saltarme mi regularidad en los artículos. Han sido dos semanas intensas y he empezado (por fin) a escribir la tesis, y lo último que me apetecía al llegar a casa era seguir escribiendo. Intentaré ser más diligente, ¡pero no puedo prometer nada!. Hoy os dejo un paréntesis en el trasfondo cronológicamente hablando, pues no voy a contaros aún la invasión ossiarch a Ochopartes. Hoy os voy a hablar por fin de Slaanesh, que ya era hora y es necesario conocer su situación para entender el trasfondo de muchas facciones. ¡Espero que disfrutéis!
Luz y Oscuridad
Durante la Era de los Mitos, los dioses elfos Tyrion y Malerion nacieron en los Reinos de Hysh y Ulgu, respectivamente. Tan distintos eran, tan contrarios, que uno no podía entrar en el Reino del otro más que por unos breves instantes. Junto a Tyrion, despertó también su hermano Teclis. Ambos gemelos recorrieron la totalidad del Reino de Hysh en busca de otros elfos, pero no encontraron a ninguno allí. Algo similar ocurrió a Malerion, quien solo halló a su madre Morathi en un encuentro lleno de rencor y envidia, aunque madre e hijo acordaron ayudarse por mutuo beneficio.
Cada pareja de elfos se dirigió a Shyish, donde acaban todas las cosas, en busca de su gente. Amparados por poderosas y sutiles magias, escaparon de la aguda mirada de Nagash y vagaron por diversos inframundos durante años, pero las almas élficas perdidas tampoco se encontraban allí. Sin embargo, en las distantes tierras de Huesosanto hallaron una pista. Allí habitaba una orden de monjes adoradores de cuervo que conocían secretos largo tiempo olvidados y el destino guio a los cuatro a encontrarse en su templo. Tras una larga discusión, Tyrion y Malerion llegaron a un acuerdo. Combinando su sabiduría con los conocimientos de los monjes cuervo, descubrieron algo perdido en los albores de la creación. Cuando se formaron los Ocho Reinos, un subreino surgió entre Hysh y Ulgu: Uhl-Gysh, el Crepúsculo Oculto, que no era ni luz ni oscuridad, sino ambos a la vez. Existiendo entre el Reino de la Luz y la Oscuridad, ese era el punto de encuentro del velo lúcido y de los sueños oscuros, el estado en que algo es simultáneamente conocido y desconocido. En ese “no lugar” Tyrion y Malerion encontraron un terreno neutral perfecto para consultarse mutuamente, aprendiendo a enfocar sus mentes en él. Colaborando juntos, hablaron largamente de su némesis Slaanesh y trazaron un plan común.
Tras esto, Tyrion, Malerion, Teclis y Morathi hallaron al fin a algunos elfos dispersos por otros Reinos, la mayoría de ellos habitando en Azyr. Convocándolos, reunieron acólitos y los instruyeron en sus artes mágicas y guerreras. El subreino de Uhl-Gysh resultó perfecto para los planes de los elfos, pues solo los pertenecientes a esa raza podían alcanzar la concentración necesaria para enfocar sus mentes a un lugar tan extraño. Junto a sus protegidos, construyeron un artefacto arcano de precisión matemáticamente precisa, no usando metal o piedra, sino las energías de ese lugar secreto y la esencia de sus mentes. En la víspera del sexagésimo sexto año nuevo desde que Tyrion y Malerion despertaron como dioses, crearon un gran hechizo que cambiaría el cosmos para siempre.
El Dios del Placer
Slaanesh aún estaba atiborrado de las almas élficas que había consumido en la ruptura del Viejo Mundo, pocas habían escapado de su ansioso apetito, y ahora se encontraba saciado y casi insensible. Se había aventurado en el vacío aetérico entre Reinos para digerir las almas de sus víctimas y su inmensidad y poder se equiparaba ahora a sus hermanos mayores, aunque se encontraba inmovilizado por su propia gula. La perspectiva de un festín principesco haría que se moviese de nuevo, pues la consumición de las almas de los elfos más poderosos sería la conclusión perfecta para la caída de una raza tan orgullosa. Y allí estaban, resplandeciendo en la lejanía como pendones de luz y sombra. Lentamente, con anhelo, el Príncipe Oscuro se acercó a Uhl-Gysh. Podía ver las almas de los dos jóvenes dioses, ligeras y potentes, cada una de ellas una delicia que le otorgaría poder más allá de toda mesura. En torno a ellos una pequeña constelación de almas élficas añadía su poder al de sus maestros, ocupados en algún proceso místico que, según parecían creer, les ocultaría de su enemigo.
El depredador apetito del Príncipe del Exceso no podía mantenerse a raya para siempre. Deslizándose como una serpiente, se aproximó en forma física con las mandíbulas abiertas, dispuesto a devorar de un solo bocado a Tyrion, Malerion, Teclis, Morathi y todos los elfos. Los obeliscos de piedra de reino, imbuidos con la sustancia espiritual que Tyrion había preparado, se alzaron convirtiéndose en islas flotantes dentro del Crepúsculo Oculto y brillaron con fuerza al acercarse Slaanesh. Como si fueran uno solo, expulsaron redes hechas con magia de Hysh. En ese preciso instante, zarcillos grisáceos formados con magia de Ulgu parecieron florecer desde esferas de oscuridad destilada, estirándose hasta alcanzar la encarnación rica en energía arcana que era Slaanesh. La magia destilada de ambos Reinos se mezcló, liberada exactamente en idéntica cantidad por los monarcas elfos que tanto tiempo habían pasado construyéndola. Slaanesh fue atrapado en esa trampa de paradoja y de inmediato sintió que su poder se deshacía. Con un grito de rabia, luchó contra sus ataduras, pero resultó en vano. El Príncipe del Placer había sido capturado y sus seguidores cayeron en pánico tras dicha pérdida.
Almas atrapadas
Desde entonces, Slaanesh ha permanecido encadenado en Uhl-Hysh, observando con impotencia como los líderes elfos extraían de su interior las almas de sus parientes que habían sido devoradas en el cataclismo que acabó con el Mundo Roto. El primero que intentó el proceso de extracción de almas fue Teclis, quien pretendía reconstruir una sociedad basada en la sabiduría y la iluminación, emulando los años dorados que vivió su isla natal. Sin embargo, infravaloró el cambio que podrían haber sufrido unas almas que habían estado atrapadas durante eones dentro del Dios del Placer. Cuando estos elfos fueron reencarnados, huyeron aterrados de su rescatador, ocultándose en los lugares más profundos de los Ocho Reinos, allá donde el Dios que los había devorado no podría encontrarlos de nuevo. Eventualmente, los primeros elfos rescatados se convirtieron en la sociedad Idoneth Deepkin.
Por otro lado, Morathi extrajo en secreto almas sin que el resto de líderes elfos lo supiera. La hechicera estaba resentida con el resto pues, aunque gozaba de gran poder, no había alcanzado la divinidad como ellos y esa idea la consumía. Para llevar a cabo sus planes, necesitaba seguidores y eligió con cuidado almas femeninas atrapadas en Slaanesh, para formar una sociedad oculta que le profesara obediencia ciega y extendiera su influencia en el resto de civilizaciones de los Reinos Mortales. Nacieron así las Hijas de Khaine, una hermandad de elfas que rendían culto al dios del asesinato a través de su oráculo Morathi.
Teclis, junto a su hermano Tyrion, continuó intentando extraer las almas élficas. Aquellos elfos reencarnados de forma más estable y pura fueron instruidos por los dioses gemelos y establecieron en Hysh una sociedad basada en la iluminación y la lógica: los Lumineth. No obstante, no se podía esperar que incluso los espíritus más fuertes salieran indemnes de una eternidad de tormento, por lo que esta nueva sociedad pronto se encontró al borde del colapso debido a los celos y la obsesión por la perfección. Fue Teclis quien, mediante sus enseñanzas, guio a sus hermanos por el camino de la sabiduría, el autocontrol y la meditación, salvándolos de ellos mismos.
Un poder incontrolable
Slaanesh estaba inmovilizado por un total de sesenta y seis cadenas hechas de luz y oscuridad. Había pasado siglos en su cautiverio y el Dios del Placer había aprendido a ser paciente y a guiar cuando podía a sus seguidores para que cumplieran su voluntad.
La primera cadena de la que Slaanesh se liberó fue la Cadena del Odio Puro. Esta atadura solo podría ser deshecha por aquel que sintiera un odio más profundo por el Dios del Placer. Los dioses elfos supusieron erróneamente que ese ser sería alguien de su propia raza, pero no contaron con el ancestral odio alimentado durante eones que sentía Khorne, Dios de la Sangre, por su hermano menor. Desde su prisión, Slaanesh mandó una visión a Allegaria Sen’Sathra, una de sus más poderosas Guardián de los Secretos, instándola a robar la sagrada hacha demoníaca Eigngrom, lo que causaría una ofensa al Dios de la Sangre que este no podría ignorar. Colérico, Khorne envió a su mastín de caza preferido, Karanak, a matar a la sirviente de Slaanesh y recuperar el hacha. Sin embargo, Sen’Sathra mató al sabueso en combate singular y la explosión de ira de Khorne recorrió el cosmos, destrozando la Cadena del Odio Puro. Slaanesh reemplazó rápidamente la cadena quebrada con una ilusión compuesta de deseo y expectación tan poderosa que engañó a los dioses elfos.
La segunda atadura que Slaanesh consiguió quebrar fue la Cadena de las Traiciones Extremas, que requería para su rotura de la masacre de miles de almas inmaculadas a manos de sus firmes defensores. En las Ciudades de Sigmar, Slaanesh propició la aparición de todo tipo de cultos, ya fueran dedicados a su adoración o a la de otros Dioses del Caos, a través de susurros, sueños e ingeniosas seducciones. El Dios del Placer se aseguró de que todos ellos alcanzaran un punto crítico al mismo tiempo, sabedor de que los Eternos de la Tormenta se verían forzados a tomar medidas extremas en contra de ellos. Él sabía que la Reforja deshumanizaba gradualmente a los Eternos, volviéndolos cada vez más fríos y despiadados en su lucha contra el Caos. En la infame Purga de Vindicarum, los Vengadores Celestiales exterminaron a tres cuartas partes de la población, creyendo que éste era el único medio para terminar con los cultos del Caos que medraban en la ciudad. Al mismo tiempo en la ciudad de Excelsis los Caballeros Excelsior masacraron a todo ciudadano que les plantara cara, independientemente de sus razones. En Hammerhal Aqsha, las investigaciones de los Martillos de Sigmar terminaron en una guerra abierta en las calles entre los guerreros santos y aquellos bajo la influencia de Slaanesh. Bajo su justa ira, siguiendo su fervor para destruir los poderes ruinosos, los Eternos de la Tormenta fueron demasiado lejos y con sus armas asesinaron a aquellos a los que juraron proteger. Los gritos de estas almas inocentes resonaron por el vacío y quebraron la Cadena de las Traiciones Extremas mientras Slaanesh sonreía sabedor de que había avanzado un paso más hacia su liberación.
La tercera cadena era la Cadena de la Ley Cósmica, la cual requería para su rotura de una reorganización de las leyes que regían la realidad en cada uno de los Reinos. El necroseísmo desatado por Nagash, que alzó a los espíritus de los muertos en todos y cada uno de los Ocho Reinos, quebró esta cadena. De esta manera, Slaanesh se vio con tres cadenas rotas y, para empeorar las cosas, la energía desatada por el necroseísmo fue tan potente que agitó fuertemente las sesenta y tres restantes. Aunque resistieron, esto permitió a Slaanesh atisbar los secretos de docenas de sus ataduras mientras los hechiceros elfos que lo encarcelaban las reparaban a toda prisa.
Tal vez Slaanesh era demasiado poderoso para estar encadenado por toda la eternidad. Tal vez conseguiría liberarse de sus ataduras y tomaría venganza contra sus odiados captores. El Dios del Placer esperaba paciente, analizando, observando y aprovechando sus oportunidades. Sin embargo, ahora, el Príncipe Oscuro sonreía con expectación, pues un viejo conocido se acercaba a su prisión y con él, una oportunidad más.
Tenía entendido que Morathi tb fue «devorada» por Slaanesh, cada día se aprende algo nuevo!
A ver si enseñan un poco más de los Ulgunianos a parte de los Khainitas, que hay ganas de ver ya la lista entera de jugadores de los Reinos Mortales!!
@Belisaurio: tambien tenia entendido lo mismo, por eso tiene ese aspecto de gorgona mutada porque estuvo demasiado tiempo dentro de Slaneesh