Montado en un necrotitán hecho de los huesos pulidos de los enemigos muertos, Katakros el Invicto llegó a Ochopartes y observó satisfecho la ruina desatada por la Nighthaunt. Se había avanzado muchísimo y ahora sus Ossiarch convertirían esas pequeñas victorias en una victoria definitiva.
A través del Portal Final, entraron marchando las legiones Ossiarch. Miles de lanzas hendían la oscuridad mientras los soldados marchaban en perfecto orden. Cientos de jinetes esqueléticos sobre corceles forjados a partir de hueso y alma flanqueaban la gran procesión de infantería mientras formas monstruosas se dibujaban al fondo contra la pálida luz procedente de Shyish. Katakros conocía perfectamente el calibre de la tarea que se le presentaba. Las fuerzas del Caos presentes en Ochopartes superaban varias veces en número al formidable ejército del Mortarca, sin contar con el terreno que pisaban en ese momento o de la mente maestra que se había autoproclamado señor de ese reino. Sin embargo, Katakros no sentía miedo o nerviosismo, pues veía esto como un desafío, el mayor desafío que se le había presentado en toda su carrera militar, tanto en vida como en la muerte. Y estaba resuelto a salir victorioso.
La Batalla del Paso del Empalador
El Invicto quería llevar a sus enemigos al combate dónde el quisiese y había encontrado la localización perfecta. El Tormento de Haradh era una montaña rocosa que se elevaba en las Llanruas Cadáver al norte de Varanspire, con sus picos afilados como cuchillas curvándose hacia dentro. La elevación se consideraba una posición estratégica, ya que a su derecha circulaba un gran río y a su izquierda una impasable cadena montañosa se elevaba. La gran avenida que iba desde Varanspire hasta el Portal Final pasaba bajo la mirada del Tormento de Haradh, dónde se habían construido torres y atalayas para vigilar el camino. Lady Olynder ordenó a sus espectros que acabaran con toda presencia del Caos en la montaña y sus fortificaciones, dejando paso libre a las tropas de Katakros.
La gran avenida se bifurcaba al llegar a la montaña, dividiéndose en un camino llamado el Paso del Empalador, que se estrechaba mientras se adentraba en los picos curvados. Fue en este camino donde Katakros eligió enfrentar a las fuerzas del Caos que se acercaban. Tres ejércitos habían partido de Varanspire, en una difícil alianza comandada por el Amo Sinlengua. La horda de la Reina Guerrera Marakarr iba al frente, un inmenso contingente de bárbaros del Caos que se apretaron unos con otros mientras subían por el estrecho Paso del Empalador y se abalanzaron aullando contra los miles de guerreros Ossiarch que esperaban arriba. Proyectiles procedentes de catapultas hechas de hueso cayeron entre las apretadas filas de bárbaros, causando oleadas de locura y muerte entre ellos. Lord Crawen Caryx se unió al asalto con el segundo ejército, los Mil Rojos, una fuerza compuesta de guerreros del Caos que atacaron ferozmente la línea Ossiarch, desbaratando su defensa. Así, consiguieron abrir una brecha en las líneas de no muertos y llegar al pelotón de catapultas, desbaratando la andanada mortal. Al mismo tiempo, Thlorg había llegado con el tercer ejército, compuesto de infantería pesada devota de Nurgle, que hacían gala de una resistencia antinatural a las heridas y estaban presionando el flanco no muerto. El poderoso triunvirato podía saborear la victoria, pero en lo alto del camino, Katakros asentía satisfecho.
Solo un Ossiarch podía haber recorrido el camino que el Arch-Kavalos Zandtos y sus jinetes habían realizado. Por orden de Katakros, su capitán había liderado una marcha entre la cadena montañosa que se elevaba a la izquierda del Paso del Empalador. Era una cadena de picos insalvables, con terreno que en más de una ocasión los corceles esqueléticos tuvieron que sortear en vertical. Amparados por la antinatural noche conjurada por Lady Olynder, rodearon la posición de las fuerzas del Caos. Justo cuando la posición Ossiarch amenazaba con desmoronarse, un grito se elevó desde la retaguardia del Caos. Dos grandes puntas de lanza de caballeros Ossiarch se abrían paso a través de las apretadas filas de guerreros y bárbaros. A medida que las formaciones en flecha abrían brecha, se fueron abriendo, empujando a sus enemigos. Demasiado aglutinados para reorganizarse, cientos de seguidores del Caos fueron masacrados al momento, empujados hacia los precipicios o contra el ácido río.
Thlorg fue el primero en caer, atravesado por la lanza del propio Zandtos. El Amo Sinlengua seguía lanzando hechizos transmutadores junto a sus magísteres, pero no conseguía romper la férrea disciplina de los Mortisans. Estos seguían levantando a los Ossiarch caídos y lanzando energía de muerte contra las barreras del Invocador Demacrado. La Reina Guerrera reconoció que la batalla estaba perdida y reunió a sus guerreros para lanzar un ataque desesperado contra los caballeros no muertos, con la esperanza de escapar del Paso del Empalador. Destrozando cráneos con su escudo rúnico y su hacha maldita, pudo abrir un pequeño espacio por el que salir de aquella picadora de carne. Los Mil Rojos no tenían pensado huir, pues el Dios de la Sangre estaría satisfecho con la carnicería que se estaba desarrollando. Tuvieron un final glorioso de una manera macabra, pues derrotaron a un número de enemigos varias veces mayor que el suyo, aunque uno a uno terminaron cayendo. Al final, Lord Crawen Caryx era el único vivo que se mantenía en pie, empalado por docenas de lanzas y rugiendo desafíos a los no muertos. El Mortarca Katakros le dirigió un saludo de respeto casi imperceptible en reconocimiento a su habilidad y entonces ordenó a sus tropas que lo descuartizaran. Así finalizó la batalla del Paso del Empalador.
El Arx Terminus
Katakros no persiguió a los seguidores del Caos que habían huido. El Mortarca había obtenido una magnífica victoria, pero sabía que no bastaría para desmoralizar a los ejércitos de Ochopartes. Necesitaba cimentar su poder en el continente y, por ello, ordenó la retirada al Portal Final. Usando las ruinas de Karheight como cimientos y los huesos de incontables enemigos derrotados como mortero, se alzó una imponente fortaleza, mucho más formidable que la anterior plaza del Caos. Los Mortisans convirtieron el material óseo en murallas coronadas por almenas con máquinas de guerra lanza-almas posicionadas cuidadosamente cada pocos metros. Con forma de mano extendida hacia el Portal Final, cada uno de los muros era prácticamente inviolable y las defensas de un muro protegían al de enfrente. El Mortarca supervisó personalmente la construcción del Arx Terminus, un masivo bastión de la muerte en Ochopartes.
El Arx Terminus fue alzado en pocos días gracias a la habilidad de los Mortisans, constituyendo una amenaza permanente contra el Caos. En sus catacumbas y salas subterráneas, se encontraba la maquinaria necesaria para forjar miles de guerreros Ossiarch al día en caso de contar con suficiente hueso para ello. Antes de que estuviera terminado del todo, el fuerte de Katakros fue puesto a prueba por su enemigo.
El Señor de Khorne Ghorun Thrax había liderado una indomable hueste del Caos hacia el Portal Final en busca de la gloria para su dios. Los miles de guerreros sedientos de sangre se abalanzaron contra el Arx Terminus, escurriéndose entre sus dedos. Balistas segadoras de almas escupían proyectiles de pura magia de muerte que transformaban en polvo a cientos de mortales mientras cadenas de hueso reforzadas mágicamente surgían de la tierra para atrapar a los asaltantes, convirtiéndolos en blancos fáciles. El asalto no tenía más estrategia que la pura ferocidad y eso bastó para que tres veces se colaran los guerreros del Caos dentro de los muros. La tercera vez el propio Ghorun Thrax consiguió irrumpir en el Trono del Mortarca, la altísima torre que se alzaba en el centro del Arx Terminus. Él y sus más feroces guerreros lucharon ferozmente contra la Guardia Inmortis, hasta que una descarga de magia nigromántica procedente de varios Mortisans arrojó de la estancia al Señor del Caos, que fue lanzado por encima de la muralla. Esto bastó para que el asalto perdiera impulso, reduciendo a los asaltantes a un grupo de salvajes descerebrados. Miles murieron por las salvas de las máquinas de guerra en los estrechos pasillos que formaban los muros, formando montones de cuerpos que eran usados por sus compañeros para cubrirse. Sin embargo, no era difícil que los Mortisans alzaran los cadáveres para que atacaran a sus antiguos aliados. Cada vez que una sección de muralla era derribada por el envite de los gigantes del Caos, los Mortisans la reparaban inmediatamente valiéndose del ilimitado suministro de hueso.
Katakros observaba todo desde lo alto de su torre. Sus cálculos habían sido perfectos, como siempre, y el enemigo había sido bloqueado y destruido. Los andrajosos restos de la horda del Caos pronto huyeron de la sombra del Arx Terminus, dejando atrás a sus muertos, los cuales abastecerían más a las legiones Ossiarch. Así fue como los enemigos del Mortarca acabaron proporcionando a los defensores el material necesario para acabar la construcción de la gran fortaleza.
El camino a Varanspire
El asalto de Katakros a Ochopartes comenzó a tomar impulso. Con las carreteras hacia Varanspire despejadas y sus más importantes enemigos derrotados, el Mortarca de la Necrópolis avanzó a toda prisa hacia el Trono Vacío. A la desesperada, el Amo Sinlengua lanzó una horda tras otra contra los no muertos, pero todas fueron rechazadas. No había ningún general en Ochopartes que rivalizara con el Invicto. Los Ossiarch constituían un ejército disciplinado que hacían uso de tácticas complejas con las que acababan con cualquier defensa. La Legión del Pesar de Lady Olynder había sido diezmada en el asalto inicial a Karheight, pero el aura de muerte y horror del Arx Terminus le permitió a la Mortarca invocar nuevas huestes espectrales. La gran fortaleza también mantenía un caudal constante de refuerzos que permitió el avance inexorable de las legiones de Katakros. Juntos, ambos Mortarcas avanzaron imparables.
Katakros dirigió a sus ejércitos por el camino hacia la Forja Cráneohierro, el mayor arsenal de armas y maquinaria de guerra que poseían los ejércitos del Caos en el continente. Los guerreros del Caos lanzaron un feroz contraataque contra los asaltantes no muertos, pero las filas y filas de Ossiarch ayudados por la terrorífica Nighthaunt pronto dieron cuenta de todo ser vivo en las forjas. No llevó mucho tiempo reducir a cenizas el arsenal del Caos.
Al otro lado, Katakros podía ver las murallas de Varanspire, la Ciudadela de la Perdición. El Mortarca de la Necrópolis unió sus manos en señal de triunfo, pero los chirriantes gritos de sus mensajeros carroñeros atrajeron su atención hacia el este, donde pudo ver cómo ardía el fuego en el horizonte. Entonces pudo notar cómo el suelo temblaba bajo sus pies.
Gracias por la entrada!
Pues me cae bien este señor (Katakros), aunque no soy muy de Ossiarcas la verdad.
Me sumo a Belisaurio ¡gracias por la entrada!
Y me gusta ver cómo van derrotando a los guerreros del Caos 😀
@Belisaurio: ya queda solo una entrada para terminar esta campaña. Tengo en mis manos el libro de Morathi listo para las nuevas ebtradas!
Supongo que llegará Archaon al rescate, se restablece el status quo pero Katakros queda bien, solo derrotado por Archaon.
Parece que katakros da mil vueltas a los señores del kaos… Hasta que llegue archaon claro
Me imagino a Sigmar comiendo palomitas mientras sus enemigos se machacan.
Iyo, de verdad, cómo te curras las entradas, mira que me sé el trasfondo de AOS, pero siempre es una gozada leer tus artículos. Sigue así, espero con ansias el final de esta contienda y las novedades del Broken Realms, que Morathi viene pisando fuerte. Por cierto Katakros y Olynder FTW. Hasta ahora, los Mortarcas venían del Mundo-que-fue y estos nuevos personajes originales del lore actual tienen muchísimo carisma (a mí parecer).
@Adriano Díaz: muchas gracias. Agradezco mucho vuestros comentarios, espero que estéis disfrutando de la historia tanto como yo ?