[Trasfondo] El Cuento de Eones: Parte 29

Anvilgard es una ciudad portuaria situada en medio de una jungla sofocante a las orillas del Mar Lacerante. Estratégicamente importante como una de las principales ciudades libres de Sigmar en Aqshy, el Reino del Fuego, sus habitantes vivían entre los humos producidos por la industria Ironweld. La niebla expulsada por las torres de vigilancia enana era aparentemente inocua para los ciudadanos, pero servía para mantener a raya el exuberante crecimiento de la jungla sobre la que se alzaba la ciudad. Fundada por los Yunques del Heldenhammer, Anvilgard mantenía un semblante de tradicionalismo bajo la atención de esta Huestormenta. Sin embargo, las sombras que cubrían la ciudad ocultaban una realidad que ni los guerreros inmortales podían controlar.

Anvilgard

Aunque gobernada por un cónclave de leales sigmaritas, la ciudad estaba plagada de comercio ilícito y crimen. Una cábala élfica conocida como la Espiral Escamanegra había estado operando desde las sombras durante años. Dirigida por capitanes corsarios, hechiceras de los aquelarres oscuros y maestros de las bestias de la Orden Serpentis, esta organización había infiltrado agentes de todas las razas en todos los estratos sociales de la ciudad y controlaba en la distancia el Consejo de Anvilgard mediante la extorsión y la amenaza. La eficiencia de sus actos era tal que aún no se habían enviado a los temidos Lord Veritants de Azyr para erradicar la cábala. Sin embargo, las acciones de estos renegados se habían vuelto más osadas.

La ciudad portuaria de Anvilgard.

Los secuestros y asesinatos habían comenzado media temporada antes. Las víctimas eran destacados líderes cívicos y militares: capitanes de la guardia, almirantes de la flota, sacerdotes y políticos. Algunos culpaban a los goblins habitantes de la jungla, otros a ratas del tamaño de hombres que podían atisbarse en la noche, pero las almas más sabias susurraban otro nombre: la Espiral Escamanegra. Cuando el Alto Árbitro de Anvilgard se convirtió en el último dirigente de la ciudad tras ser envenenado en su propia cámara mientras era custodiado por su guardia personal, la paranoia se extendió. Si ni siquiera el maestro de las leyes estaba a salvo, quién podía estarlo.

El regreso de Ven Brecht

El Lord Veritant Keizer Ven Brecht había muerto en la batalla de las Fauces de Varanthax y su alma había conseguido volver a Azyr para ser reforjada. Tras informar al Dios Rey de los acontecimientos de Ochopartes, Sigmar envió inmediatamente refuerzos para ayudar a los posibles supervivientes. Sin embargo, Ven Brecht no se unió al rescate, sino que fue enviado a Anvilgard debido a las preocupantes noticias que habían llegado a la corte de Sigmaron.

Lord-Veritant, los ojos de Sigmar.

La ciudad de Anvilgard era presa del terror y la paranoia y la guarnición de la ciudad, incluidos los Yunques de Heldenhammer, no podían controlar la situación. Ven Brecht actuó rápidamente. Sus agentes Eternos de la Tormenta derribaron las puertas de los criminales más notorios de la ciudad y de las figuras públicas sospechosas de corrupción. Los prisioneros fueron encadenados y llevados a la fortaleza de los Yunques, el Nexo Negro, para ser interrogados uno a uno por la luz resplandeciente de la Linterna de Abjuración del Lord Veritant, lo que provocó que muchos enloquecieran de dolor. En sus confesiones a gritos, muchas de estas voces coincidían en un nombre: la Espiral Escamanegra. Antes de que pudiera planear su próximo movimiento, la noticia de un acontecimiento inesperado llegó al Lord Veritant. Morathi, la Oráculo Suprema, había llegado a la ciudad al frente de un séquito de khainitas.

Una inesperada visita

Keizer Ven Brecht se dirigió la Cámara Intrépida, la inmensa fortificación coronada por torres de vigilancia donde se reunía el cónclave de la ciudad. Morathi entró en la cámara de audiencias y los dignatarios reunidos recibieron a la Oráculo Suprema con adoración: seguramente esta aliada de Sigmar ayudaría a solucionar la terrible situación de la ciudad. Solo el Lord Veritant miraba con desconfianza a la recién llegada.

“¿Cómo escapaste de Ochopartes y qué te trae aquí ahora?”, preguntó sin reverencias Ven Brecht.

Morathi no traicionó un destello de ira cuando se volvió hacia el Lord Veritant.

“Nuestra misión bajo las Fauces de Varanthax fue un éxito, pero el enemigo nos pisaba los talones. Los supervivientes nos retiramos rápidamente frente a las ingentes fuerzas del Caos, sigmarita y hoja élfica operando al unísono. No pudimos ayudar en la superficie al Lord Celestant Nihilat, pero mandamos mensajes a Azyr para que enviara refuerzos de inmediato”.

Con una sonrisa fría, Morathi añadió: “Mis más sinceras condolencias por cualquier trauma sufrido durante la Reforja, Lord Veritant. Tengo la profunda esperanza de que no sufriréis ninguno de los terribles efectos secundarios que molestan a tantos de vuestros hermanos resucitados”.

Hubo un grito audible al oír esto, puesto que la ley de Azyr prohibía dar voz a los rumores sobre los terribles efectos que sufrían los Eternos de la Tormenta tras su Reforja.

“Tal vez ya no seáis el justo guerrero que fuisteis. Soy consciente de vuestras duras acciones contra miembros destacados de la jerarquía de esta ciudad. ¿Acaso los pobres prisioneros del Nexo Negro han sido tratados con la debida justicia?”

Ven Brecht mantuvo un silencio estoico, sin revelar ningún indicio de su furia. Aun así, escuchó los susurros de los delegados presentes cuando una tensión nerviosa recorrió la sala.

“Mi mandato no conoce límites cuando se trata de herejía”, sentenció.

Morathi ignoró la declaración de su interlocutor.

“Conozco la dura situación por la que pasa Anvilgard. Estoy aquí para erradicar el mal de esta ciudad”.

Las palabras de la Oráculo Suprema fueron recibidas con aplausos entusiastas y gran alivio, pues muchos de los presentes temían ser los siguientes en ser asesinados o arrastrados a las mazmorras. El Lord Veritant había pasado años descubriendo mentiras y, aunque no tenía pruebas, podía saborear el engaño en las palabras de Morathi. Sin embargo, por el momento no podía hacer nada. Ven Brecht recibió fríamente a la sacerdotisa en Anvilgard y abandonó la sala. Durante todo el camino hacia la puerta, pudo sentir la mirada de Morathi clavada en él.

Deja una respuesta