¿Qué tal compañeros de Cargad? Pues resulta que hace unos dos meses, más o menos, me animé a participar en el concurso de relatos organizado por acupahammer. (pensándolo bien habría estado bien que hiciera un post por aquí promocionándolo, iniciativas como estas se merecen todo el apoyo que uno pueda darle, para la próxima, si me acuerdo, lo haré).
El caso es que había pensado, ya que lo escribí, pues compartirlo por aquí. Sí algo caracteriza este mundillo es la creatividad, creatividad para pintar, conversionar, crear listas, ganar al oponente con alguna táctica ingeniosa, y como no, escribir e imaginar aventuras en los mundos relativos al mundillo.
No he ganado, ni nada, pero bueno, creo que a mas de uno le gustará el relato. Se trata de un relato corto (no podía superar las 1.500 palabras, lo que dificulta mucho las cosas). En mí caso elegí un tema que siempre me ha fascinado e intrigado a la vez del mundo de 40k. Siempre he pensado que así como existen demonios creados por los sentimientos de miles de seres pensantes, pueden existir también ángeles, creados de alguna forma por las mismas leyes. Guardianes, protectores que un psíquico, o algún humano pudiera convocar de alguna forma, traerlos al mundo material para combatir al mal.
Por cierto, el resto de relatos están aquí, por si alguien quiere pasar una buena tarde con un poco de literatura fanmade.
Angelus custous
(ángel de la guarda)
“El gran mar es un lugar extraño y caprichoso, sus leyes son difusas, incomprensibles, es un reino lleno de demonios y criaturas extrañas, deseosas de devorarnos. Creo que, en algún lugar entre sus aguas, hay criaturas bondadosas, seres creados por nuestras plegarias a los que podríamos llamar ángeles” interador Aligerio.
“Por cada mil psíquicos que encerramos en los navíos negros, hay un millón sueltos que ni siquiera saben que lo son, y que jamás lo sabrán” cazador de brujas Emilius Keyn.
I
Clarie se arrastraba por un suelo lleno de sangre y polvo. Sus ancianas piernas se habían quedado petrificadas, no sabía si por su edad o si por el terror que sentía. El caos dominaba su ciudad, el fuego devoraba miles de casas con una ferocidad inusual. Ante ella se encontraba una pequeña figura tallada en hueso de un hombre corpulento. Había sido tallada de una forma burda, casi primitiva, tan solo ella era capaz de reconocer en sus angulosos tallos su verdadera esencia.
Muchos la considerarían un trozo de chatarra, un pedazo de basura por lo que no valía la pena arriesgar la vida.
Recordaba aún, a sus noventa y ocho años, la voz dulce de su madre contándole la vez que vio a los ángeles del emperador, enfundados en sus armaduras. Una visión que a muchos mortales les habría gustado tener el honor de presenciar. Fue por ese encuentro inolvidable que la mujer talló la figura, un ángel para proteger a su pequeño ángel. Meses después su madre falleció, aquella figura era lo único que le quedaba de ella.
Alargó la mano en medio del fuego abrasador y las tinieblas de la noche, estaban cerca, la buscaban, necesitaba tenerla entre sus manos.
II
La primera vez que lo vio fue cuando tenía apenas 11 años. Lo que hacía unos segundos había sido su padre, se había convertido en una masa deforme y sanguinolenta de carne corrupta, una informe obesidad que se arrastraba por el suelo pesadamente, de largos brazos acabados en afilados y ensangrentados dedos. Su rostro se había retorcido en cuestión de segundos, y de él habían salido varias bocas grotescas que balbuceaban y gritaban cánticos intraducibles. Uno de sus ojos había menguado hasta no ser mas que un diminuto cristal en un mar de piel arrugada, el otro había aumentado de forma desproporcionada hasta ocupar mas de la mitad de su cráneo.
Clarie no sabía cómo había pasado, simplemente pasó.
La criatura se arrastraba lentamente por el suelo. De sus labios caían goterones de saliva acida.
– Clarie, ven aquí, soy tu padre, eres carne de mi carne.– Balbuceaba el engendró.
Aquella voz era extraña, tenia un tono horrendo y corrupto, pero, en lo más profundo, entre palabras crueles y susurros, podía vislumbrarse aún una voz familiar, un tono moribundo, que se apagaba mientras pedía auxilio de forma desesperada.
Clarie se aferró a su figura de hueso, giró su rostro y se acuclilló en posición fetal. El miedo que sentía era indescriptible, era feroz.
– Pronuncia su nombre Clarie, yo lo he hecho, pronuncia su nombre, deja que te obsequie Clarie, se lo prometí, te prometí, nos la devolverá Clarie, solo tienes que ofrecerte Clarie, entregarte a él.
Balbuceaba su padre cada vez mas cerca.
Ella no le escuchó, ya no escuchaba nada. El miedo había helado todos sus sentidos. Y entonces recordó los cánticos, e imploró.
– El Emperador protege, el Emperador protege – no dejaba de repetir frenéticamente, buscando la protección de su dios.
Aquellas palabras parecieron herir al engendro, quien no pudo evitar dejar escapar un rugido de desprecio desde lo más hondo de su ser. Si en aquella bestia había algún rescoldo del amor que su padre había sentido por ella, se había extinguido en un simple segundo.
– Emperador envíanos a tus ángeles, envíanos a tus ángeles.
Empezó a decir Clarie, cambiando desesperadamente de cántico.
Sintió frio, un frio aterrador. La humedad del aire se condensó, una fina capa de hielo cubrió las paredes de la casa. Aquel extraño fenómeno meteorológico no pareció alterar a la bestia, quien alargó su brazo, con la intención de desgarrara a Clarie con sus afilados dedos.
El sonido de fuertes disparos golpeó los tímpanos de Clarie, sintió un abrazador calor. Y entonces escuchó lamentos, suplicas a dioses oscuros y gruñidos, emergiendo todos a la vez de la decena de bocas que había en el retorcido rostro del engendro. Escuchó el último aliento de la bestia, como la vida huía de aquel cuerpo corrompido, y como su carne se deterioraba a una velocidad inaudita hasta convertirse en polvo.
Todo había acabado. Abrió sus ojos y alzó su mirada, allí estaba su salvador, un ángel, cubierto por una de las armaduras que había visto en tantas fotos, dibujos y esculturas. Era una visión hermosa, una criatura sorprendente. Su armadura era blanca como el mármol, no tenía insignia de rango ni de capítulo, nada que lo identificara, como si el escultor de aquella hermosa obra no hubiera dispuesto del tiempo, o la habilidad, para esculpir sobre su ceramita ninguna decoración.
Clarie nunca supo cómo llegó allí, ni como se marchó. Simplemente, ocurrió.
III
La anciana acarició su preciada figura, realizó un último impulso y la agarró con una de sus manos. Tres gigantes de carne corrompida enfundados en armaduras roídas le perseguían. De sus labios emergía acido, de sus dedos hinchados pústulas venenosas.
Podrían haberla destripado con sus bolters en cualquier momento, pero parecían preferir jugar con ella.
Clarie se llevó la figura al pechó y cerró los ojos, sentía miedo, un terror que nunca antes había sentido.
Los ángeles caídos la rodearon.
– Di su nombre, anciana – dijo una de ella.
– Su poder corre por tu sangre anciana, lo notó – dijo otro.
– Te mueres anciana, no te queda mucho – le exigió otra.
Sus voces eran graves y retorcidas, corrompidas tras pasar por tráqueas deformes llenas de pústulas.
– Te bendecirá con nuevas piernas, y con nuevos labios.
– Con nuevos ojos y con nuevas lenguas– añadió otra.
– Di su nombre, di Nurgle, con ello bastará – le insistió la tercera.
Nunca lo diría, solo había un nombre que pudiera pronunciar.
– Emperador envía a tus ángeles, Emperador envía a tus ángeles.
Aquel nombre pareció molestar a los heraldos corruptos. Sus risas maléficas pararon de golpe, y una mueca de desagrado se adueñó de sus pútridos rostros.
– Una pena, tu poder habría sido bien recibido por nuestro padre – se lamentó uno.
– Te dimos la oportunidad de trascender anciana, el te habría recompensado – le replicó otro – como hizo con tu padre – añadió con una riza retorcida.
Pudo escuchar como uno de los guerreros desenfundaba su espada ponzoñosa. Pero aún así no perdió la fe. Siguió rezando, siguió creyendo, siguió pensando en los ángeles del Emperador.
Sintió frio, un frio terrible, vio como la sangre que cubría el suelo se convertía en escarcha. Entonces supo que su ángel estaba cerca.
Cerró los ojos, y simplemente ocurrió. Escuchó las balas atravesando el cuerpo de uno de sus captores, y su cadáver sin vida cayendo al suelo. Sus compañeros respondieron. Ella siguió con sus rezos.
– Emperador envía a tus ángeles– no paraba de decir.
Todo acabó en poco tiempo. Escuchó el grito ahogado de la última criatura corrompida, el crujir de su cuello al retorcerse y como su pesado cuerpo golpeaba el suelo para no volver a levantarse. Abrió los ojos, y vio la mano del ángel, extendida ante ella. Alargó la suya, entregando la pequeña figura de hueso a su salvador, sus pupilas se dilataron, dejando que la luz del ángel penetrara hasta lo más hondo de su mente.
La visión de aquel ser siempre le reconfortaba, miles de millones de mortales soñaban con ver a una de aquellas criaturas al menos una vez durante sus tristes vidas, y sin embargo ella la había visto ya tantas veces.
Siempre era el mismo, un ángel sin insignia y sin capítulo, un ángel de armadura de ébano y marfil. Lo vio aquel día que le salvó de su padre corrompido, le vio aquella noche cuando intentaron violarla, cuando los xenos de piel verde atacaron su ciudad, cuando se perdió entre la oscuridad de la noche durante el saqueó eldar.
Siempre estaba allí, siempre lo estuvo, junto a ella, incluso en el día de su muerte. Sentía como su corazón se paraba, como la energía de su cuerpo se evaporaba lentamente. Simplemente se moría, su carne era demasiado vieja para seguir en aquel mundo.
Pero no se sentía triste, pues ahora su ángel se encontraba junto a ella, y ella se sentía en fin en paz, lista para abandonar aquel oscuro lugar.
– Gracias – dijo por ultima vez.
Él no le respondió, nunca había escuchado su voz, y ya nunca lo haría.
Sentía sueño. Estaba cansada. Cerró los ojos, nunca los volvería a abrir. La mano de su ángel desapareció, y la suya cayó al suelo pesadamente, la figura tallada en hueso se escapó de entre sus dedos sin vida desapareciendo para siempre entre la ceniza.
Me lo guardo para leer en un hueco. Yo son uno de los que les gusta escribir sobre el trasfondo de sus ejércitos o sobre informes de batalla.
Le echaré un ojo a ese enlace
Muy bueno, me ha molado! Muy bien creadas las atmósferas, y buena idea.
Muy chulo. Me gusta que se exploren ideas distintas sobre un mismo transfondo. Quizás exista un inmaterium de buenos sentimientos, aunque quien sabe, quizás abrir la puerta a esos seres sea peor que dejarlo como está.
Mis dieses.
@uncavar Ya me dirás pues cunado lo leas que te ha parecido.
@Galaras Me alegra que te haya gustado 😉
@Eleum Loyce Pues sí, de los universos literarios, siempre me gusta explorar las cosas raras y menos tratadas, supongo que porque son las que tienen mas potencial. Para que te hagas una idea, mi primera idea para el relato era contar la historia de un psíquico que conseguía contactar con una criatura de la galaxia Andrómeda, y veía como eran las cosas por esos lugares, con otros dioses del caos gobernando y otras mandangas, pero claro, con 1.500 palabras me di cuenta que era difícil tratar ese tema.
Nunca había pensado en que al final podrían llevar más bien que mal esos seres, por decirlo de alguna forma, benevolentes. Es un punto de vista interesante.
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