Los primeros días
La historia de la VII Legión es corta antes de la unión de su primarca.
Una de las cosas más destacadas era que sus reclutas procedían de toda Terra, y no importaba el continente, la etnia o el estrato social al que perteneciera. Reclutaban incluso en zonas que otras legiones consideraban “suyas” e, incluso en la actualidad, son el único capítulo que recluta en Terra.
El primarca se les unió al poco de empezar la Gran Cruzada, cuando más de la mitad de la Legión aún eran reclutas. Esto permitió que se formase un lazo muy estrecho con su primarca, creciendo y aprendiendo juntos.
Rogal Dorn
Poco se sabe de su infancia, creció en el mundo helado de Inwit, en una de las ciudades colmenas. Fue adoptado por la casa de Dorn y criado por el líder de la casa que lo trató como si fuese su propio nieto. Rogal Dorn siempre guardó con mucho aprecio los recuerdos de su abuelo y se dice que a menudo dormía con una capa suya. De él recibió no solo el cariño de un abuelo, sino los conocimientos de táctica y de gobierno. Más adelante, a pesar de no ser su nieto biológico, llegó a ser el líder de su casa.
Con el tiempo llegó no solo a gobernar la casa Dorn, sino que se hizo con el control de todo su mundo. Sin embargo, esto no era suficiente y por las noches miraba al cielo, en concreto a la gran estación espacial que orbitaba Inwit conocida como “La Falange”
Cuarenta años tras la muerte del viejo Dorn, la Gran Cruzada llegó a Inwit, y Rogal Dorn regaló la enorme fortaleza espacial al Emperador. Esta a su vez, impresionado por el primarca, se la devolvió convirtiéndose en la fortaleza monasterio de los Puños Imperiales, que aún usan en la actualidad.
La Gran Cruzada.
Lanzados a las estrellas y bajo el mando de su primarca, los Puños Imperiales eran una fuerza a tener en cuenta. Virtuosos como los Ultramarines, valientes como los Ángeles Oscuros y más resistentes que los ambos juntos. A menudo, Horus decía que no existía posición que los Puños Imperiales no pudiesen defender, frase que con el tiempo llegó a enfadar mucho a Perturabo.
Los Puños Imperiales tenían el dicho «la victoria no es suficientes, uno tiene que mantener el fruto de la victoria». En base a esto, cuando conquistaban un mundo no pasaban directamente al siguiente, como la mayoría de legiones, ellos dedicaban un tiempo a asegurarlo, construían instalaciones militares, establecían estructuras de gobierno y todo tipo de construcciones que garantizasen el control a largo plazo del mundo conquistado.
Se les conocía como «los Cimientos del Imperio», una legión más humana que otras y respetada. Ellos querían reclutas, no vasallos y con el tiempo se les dieron derechos de reclutamiento en muchos mundos, como Necromunda.
Eran duros y taciturnos ya que no eran conocidos por sus sonrisas precisamente.
La Herejía de Horus
A Dorn y sus Puños Imperiales se les había dado el mayor de los honores, fortificar y defender el Palacio Imperial, pero en el tránsito de camino a Terra toda su legión se vio atrapada en una tormenta de disformidad. La cosa parecía ir para largo y el viaje que tenía que durar unas semanas, posiblemente durase meses. Cuando la tormenta se disipó a causa de un estallido disforme, Dorn expresó el mayor de los rasgos humanos, la curiosidad, y los Puños Imperiales fueron a ver qué pasaba.
Allí encontraron una pequeña fragata clase Sable a la deriva, el Einsestein, de la Guardia de la Muerte, al mando del capitán Garro. Este le contó la pérfida traición de Horus. A través de un vídeo, Dorn pudo ver como Horus condenaba a la muerte a un planeta entero y a casi 100.000 astartes leales al Emperador con un bombardeo vírico. El corazón del primarca se partió ese día al ver lo que hacían sus hermanos. Sabía que tenía que llevar nuevas a Terra. Ordenó al grueso de su flota que partiese de inmediato a Istvaan en busca de supervivientes, mientras él en persona iría a Terra a segurar el planeta.
A efectos prácticos, tras llegar a Terra pasó a ser el nuevo Señor de la Guerra del Imperio y tomó el mando de todas las fuerzas leales. No tardaría mucho en ver combate ya que Marte se declaró en rebeldía. Bajo las órdenes de Sigismun, los Puños Imperiales apoyados por regimientos Saturninos y Joviales del ejército imperial aseguraron las principales forjas marcianas donde se producía el equipo para los Astartes, mientras el planeta se enfrentaba a una terrible guerra civil y las legiones de titanes luchaban en las arenas marcianas.
Con el bando imperial gravemente comprometido y a riesgo de perder todas las fuerzas leales en el planeta, los Puños Imperiales se retiraron de Marte.
Mientras, las fuerzas de camino a Istvaan eran continuamente bloqueadas por tormentas de deformidad y, cuando por fin lograron comunicación con Terra, se les ordenó regresar. En su camino de regreso se vieron acorralados por los Guerreros de Hierro, pero demostrando gran disciplina lograron retirarse manteniendo un número de bajas relativamente limitado.
Con el asedio a Terra cada vez más inminente, la primera parte de la contienda se produjo en Plutón, cuando los Puños Imperiales expulsaron a la legión Alpha y Rogal Dorn mató en combate singular a su hermano Alpharius.
Cuando comenzó el asedio, solo Ángeles Sangrientos y Cicatrices Blancas llegaron a tiempo para defender junto a él el Palacio Imperial. En el clímax de la batalla, Horus bajó los escudos de su nave permitiendo que el Emperador, Dorn y Sanguinus se teleportasen a bordo, pero a causa de la mácula del caos quedaron desperdigados por la nave. Dorn se reencontró con el resto demasiado. Horus y Sanguinus yacían muertos en el suelo y el Emperador daba sus últimos alientos.
La Purga
Dorn queda traumatizado, con ánimos oscuros y, si antes era taciturno, ahora es irascible y con sed de represalias. Otras legiones, como los Ultramarines, se dedicaron a la reconstrucción, pero él, con su armadura negra de luto, se dedicó en cuerpo y alma a la venganza y partió de inmediato en busca de los traidores.
Al poco tiempo estalló otra crisis: Rogal Dorn acusaba a Guilliman de cobarde al no haber ayudado en la defensa en Terra y este le acusaba a su vez de traidor por no aceptar el Codex Astartes. La cosa se calentaba, los Lobos Espaciales apoyaban a Dorn, los Ultramarines a Vulkan y Corax, una nueva guerra civil se vislumbraba en el horizonte.
La situación se puso más crítica cuando un crucero de los Puños Imperiales abrió fuego contra naves de la flota imperial. Dorn se recluyó durante siete días con el guantelete del dolor y, cuando por fin salio de sus aposentos, decretó que las legiones ya no podían servir de forma eficiente al Emperador y necesitaban una reforma.
Tomó la decisión simbólica de meter a todas sus legiones en el guantelete del dolor para renacer como un capítulo Astartes. Decidió que ese guantelete sería la batalla ahora conocida como «la jaula de hierro». Miles de legionarios murieron. Las tropas quedaron tan mermadas que de no ser por la oportuna aparición de los Ultramarines habrían sido destruidas. Con los supervivientes nacerían los capítulos de Puños Carmesíes y Templarios negros.
Dorn desapareció algunos siglos más tarde, mientras asaltaba el puente de un acorazado del Caos. Solo se recuperó su mano, a causa de eso se le da por muerto.
En la actualidad son un capítulo Codex que siguen las órdenes de este más a rajatabla que el resto, incluyendo a los Ultramarines. Han sufrido grandes catástrofes en sus 10.000 años de historia, como ser casi erradicados por completo acabando con solo un superviviente, pero a día de hoy siguen siendo los mayores defensores de Terra.
Cuantas veces han matado ya a Alpharius?….
Creo que con esta ya son tres o cuatro versiones diferentes de su muerte, por lo que creo que aún sigue vivo e intrigando con su gemelo Omegon
@uncavar: Todos somos Alpharius XD