[Trasfondo] El Cuento de Eones: Parte 13

El ser inmortal conocido como Nagash es un horror devorador de dioses que ha muerto innumerables veces para luego volver a resucitar tras cada derrota, reencarnándose en alguna forma cadavérica aunque tardase siglos en hacerlo. Para Nagash, el paso de los milenios es como el paso de los años para un mortal. Si bien el Gran Nigromante tiene cientos de hechizos letales a su disposición y su terrible espada ha matado a docenas de reyes y señores de la guerra, hay quienes dicen que su mayor virtud es su paciencia para esperar siglos antes de atacar en el momento preciso. Pese a todo, esta no es infinita.

Dios de la Muerte

Cuando la esencia de Nagash se solidificó en los Reinos Mortales tras la destrucción del mundo pretérito, el Gran Nigromante se convenció inmediatamente de que al fin obtenía lo que se merecía. No era una paraíso solitario como se prometía en su Nehekhara natal ni un purgatorio destinado a castigar los pecados pasados. Shyish, el Reino de la Muerte, era una realidad que giraba en torno a un centenar de versiones diferentes del más allá, según las creencias de los mortales que habitaban los Reinos. Cada tierra se consideraba un inframundo independiente dentro de la gran amplitud de Shyish, en cada uno de los cuales los fallecidos encontraban su destino. Conforme Nagash visitaba estos inframundos, consideraba todo lo que veía como suyo por derecho, pues el ámbito de la muerte debía ser solo suyo. Consideró de su propiedad incluso a los dioses que gobernaban cada inframundo, entes fruto de la fe de los mortales que les rezaron en vida y que ahora estaban allí para ser consumidos por él.

Cuando la esencia espiritual de cada entidad mortal, habitualmente conocida como alma, se separa de la carne y la sangre de su encarnación terrenal, suele encontrar su camino hasta uno de los inframundos de Shyish. Tras fallecer, es arrastrada irrevocablemente al Reino de la Muerte, para esperar durante eones a que su energía se disipe o sea devuelta a la vida. El tiempo que tarda un espíritu en desaparecer del todo es variable, puesto que la fuerza vital de cada alma puede variar muchísimo. Un cobarde de un pequeño pueblo humano puede tener muy poca energía espiritual, siendo su fantasma apenas una sombra translúcida y gimoteante. Sin embargo, un héroe martirizado, especialmente si es de linaje poderoso como un guerrero elfo o enano, brilla con poder inmortal, su espíritu una esencia poderosa por derecho propio. Estas son las almas que Nagash codiciaba por encima de todo, pero sus supuestos aliados en la Era de los Mitos han buscado arrebatárselas una y otra vez. La inmensa mayoría de las almas élficas estaban ausentes de Shyish, pues habían sido consumidas por Slaanesh tras la caída del Mundo-Que-Fue, en un banquete oscuro que dejó al Príncipe Oscuro incapacitado por su propia avaricia. Otras se habían hundido en las profundidades, buscando huir tanto del hambre de Slaanesh como del poder de Nagash, y muchas otras estaban siendo drenadas del cuerpo del Dios del Placer por los dioses élficos que buscaban reconstruir las sociedades que una vez habían gobernado.

Los Yunques de Heldenhammer: una Huestormenta forjada a partir de héroes de una era pasada.

Sin embargo, la mayor ofensa fue la de Sigmar de Azyr, el Ladrón de Almas, Cazador de Héroes y Traidor de la Confianza. El Dios Rey había convencido tiempo atrás a Nagash de unirse a su panteón del Orden para llevar la civilización a los Reinos Mortales. Nagash aceptó con reservas, pues no tenía intención de enfrentarse en solitario a los Dioses Oscuros. Tras la batalla de los Cielos Ardientes, cuando la ausencia del Gran Nigromante enfureció a Sigmar, el Señor de Azyr ofendió al Dios de la Muerte de la peor forma posible. Cada vez que un alma heroica estuviera a punto de morir, Sigmar se haría con ella mediante un relámpago divino, robando así uno de los mayores activos que podrían servir para la causa de Nagash. Al principio, el Gran Nigromante se contentó con llevar la cuenta de las almas que se le debía, esperando que le fueran restituidas algún día. Sin embargo, la ofensa se tornó irreparable cuando se llevó a cabo el gran robo de Shyish. Sigmar, no teniendo suficiente con tomar las almas de aquellos campeones que morían en batalla, se adentró en la Tierra de los Héroes de Hallost y robó las almas de los guerreros eternos que allí luchaban igual que hicieron en vida. A partir de este gran pillaje, Sigmar fundó una Huestormenta entera: los Yunques de Heldenhammer, guerreros de una era pasada, enfundados en negro y con un brillo terrible en los ojos, pero de una nobleza sin par. A ojos de Nagash, este fue un insulto calculado contra su persona, algo por lo que su antiguo aliado tendría que pagar muy caro.

Tumba-arena

En los Reinos Mortales, la magia satura la realidad, pero esta no se reparte equitativamente en toda la tierra. La magia característica de cada Reino se concentra en los bordes de su esfera de realidad, siendo el centro la zona menos cargada y, por tanto, la más propensa al desarrollo de la civilización. En los bordes de Shyish, la locura y la muerte aguardaba con certeza a cualquier aventurero que viajara hasta allí, e incluso los esclavos sin vida de Nagash no lograban perdurar por mucho tiempo. El Gran Nigromante concibió una idea ya en la Era de los Mitos para dominar la magia de la muerte y, tras un velo de secretismo, sus incansables trabajadores fueron dando forma a lo que se convertiría en la mayor obra de Nagash en los Reinos Mortales: la Gran Pirámide Negra. La Pirámide se alazaría en el mismo centro del Reino de la Muerte, una estructura invertida de bloques monolíticos hechos a partir de la arena vitrificada de Shyish.

En cada Reino, la magia se solidifica en la llamada piedra del reino. La tumba-arena es la manifestación natural de la piedra del reino de Shyish, una sustancia de granos cristalinos que fluía por las dunas de los vacíos desiertos y acantilados del Borde del Reino. Se decía que cada corriente y riachuelo correspondía al período de vida de una criatura mortal, cuyo momento de morir llegaba cuando todos los granos se detenían. Si alguien conseguía encontrar su corriente y guardar todos los granos en un reloj de arena encantado, podría alargar indefinidamente su vida invirtiendo los granos de arena para que fluyeran sobre sí mismos. Sin embargo, pocos han podido demostrarlo, ya que aventurarse en el Borde de Shyish significa enfrentarse a pura magia de muerte.

Para Nagash, que dominaba la magia amatista, la tumba-arena no era sino arcilla sobre la que construir su nuevo orden. Aprovechando el fin de la Guerra de los Portales, reconquistó su capital en Nagashizzar, masacrando a las fuerzas del Caos que Archaon había dejado allí. Sus siervos esqueléticos, que ya desde la Era de los Mitos habían llevado a cabo incansablemente su misión, recorrían las fronteras del reino mientras recogían la tumba-arena entre tormentas de muerte, llevándola grano a grano si era preciso hasta la fortaleza. Así, la mayor concentración de magia de muerte pasó de estar en el Borde del Reino al centro mismo.

Poco a poco, una gran estructura fue tomando forma en la capital de Nagash, un eco de la Gran Pirámide que hace eones construyó en Nehekhara. Los antiguos salones y bibliotecas de Nagashizzar que habían sido destruidos en la Era del Caos no fueron reconstruidos, sino usados como andamios para la pirámide. Los huesos de miles de esqueletos que cayeron defendiendo la ciudadela contra las hordas enemigas fueron usados como mortero. Pese a que Nagash ya había construido pirámides negras como centros de poder mágico antaño, esta era sin duda la mayor de todas y la más perfecta geométricamente. Su centro estaba construido con el depósito más puro de tumba-arena. Cada pasillo, túnel y corredor dentro de ella seguía las más rigurosas fórmulas arcanas conocidas por Nagash, pues había dominado hacía tiempo las artes herméticas de su tierra natal. Ahora, habiendo perfeccionado sus artes durante eones y con una legión de trabajadores obedientes para cumplir sus más exactas especificaciones, tenía los medios necesarios para construir su monumento definitivo, que estaría imbuido con un gran hechizo que eclipsaría incluso al que había eliminado toda la vida de Nehekhara.

Arkhan el Negro, el mayor lugarteniente de Nagash.

Nagash envió a sus Mortarcas a todo tipo de misiones destinadas a allanar el camino para el ritual. Las espías de Neferata infestaron las ciudades de Sigmar, mientras las despiadadas tropas de Manfred Von Carstein ejecutaban ataques relámpago contra objetivos provechosos para los designios de su amo. Por su parte, Arkhan el Negro, como primer lugarteniente de Nagash, supervisaba en persona la construcción de la Pirámide Negra junto a sus legiones de esqueletos.

Portentos Malignos

A medida que la Gran Pirámide Negra se completaba y el ritual de Nagash se acercaba, empezaron a notarse los efectos de esa gran acumulación de magia de muerte en el resto de Reinos Mortales. En sus inicios, los efectos pasaron desapercibidos, como calaveras apareciendo súbitamente en los cultivos o aldeanos cayendo en comas profundos. Sin embargo, pronto empezaron las primeras muertes inexplicables mediante cuchillos que cobraban vida en el aire o manos esqueléticas que arrastraban a los incautos que visitaban los cementerios. A medida que el tiempo pasaba, los presagios fueron más frecuentes, siendo la fuente de todo tipo de conflictos.

Los Eternos de la Tormenta luchan contra los espíritus malignos que cumplen la voluntad de su amo.

En aquel entonces, Sigmar ya tenía presencia en Shyish, pues había mandado tropas de las Cámaras Sacrosantas a investigar los secretos de la vida y la muerte para arreglar los fallos en la Reforja. Sin embargo, no prestó atención a los tenebrosos rumores que llegaban a sus oídos hasta que Vandus Hammerhand le habló de unas espeluznantes visiones que le atormentaban. El Dios-Rey no envió a sus ejércitos inmediatamente a Shyish, sino que convocó una tormenta de meteoros de piedra del reino de Azyr en el Reino de la Muerte. Posteriormente, mandó a los Lord-Ordinator, ingenieros videntes de los Eternos de la Tormenta, para que construyeran torres en torno a los meteoritos caídos, con el fin de discernir el futuro y vigilar a Nagash. A su vez, Morathi viajó a Hammerhall para convencer a los Eternos que atacaran Shyish para detener a Nagash antes de que fuera tarde, forjándose así la primera alianza entre Sigmar y las hijas de Khaine. Por su parte, Alarielle sintió profundamente los efectos de la magia de muerte y mandó a Drycha, su más feroz hija, a detener los planes del Gran Nigromante.

Los diferentes Dioses del Caos tuvieron visiones del futuro que se avecinaba. Khorne vio un futuro de batallas donde solo participan muertos sin ira ni furia, sin siquiera sangrar. Tzeentch vio un mundo de orden, inactividad y equilibrio en el que no había posibilidad de cambio. Nurgle se horrorizó por el fin del ciclo de la vida y la muerte, el fin de toda entropía y renacimiento. Desde su prisión, Slaanesh tuvo diferentes visiones de un futuro sin vida y, por lo tanto, sin los placeres de la carne y las tentaciones. La Gran Rata Cornuda, la menor de los Dioses del Caos y patrona de los skavens, sintió como apareció un rival que como ella pretendía devastar los Reinos Mortales. Harta de que los otros Cuatro la subestimaran, no iba  a permitir que un aspirante a dios interrumpiera su ascenso. Así fue que los Poderes Ruinosos mandaron fuertes visiones a sus seguidores exhortándoles a marchar hacia Shyish y detener los planes de Nagash.

Los goblins nocturnos marchan bajo la mirada de la Luna Malvada.

Los goblins nocturnos habían medrado en los Reinos Mortales desde la Era de los Mitos, pero rara vez habían sido vistos por el resto de razas. Sin embargo, los portentos malignos habían tenido otra consecuencia: el regreso de la Luna Malvada. Los goblins nocturnos adoraban a esta entidad como un aspecto de Gorkamorka, aunque rara vez se había visto durante la Era del Caos o el comienzo de la Era de Sigmar. Este inmenso y malevolente cuerpo celestial aparecía erráticamente sobre los Reinos Mortales, llevando la locura a aquellos que la observaban y provocando un frenesí destructivo en las tribus de goblins. Ahora la luna aparecía con más frecuencia, provocando que estos seres salieran de sus cuevas en hordas inmensas capaces de arrasar regiones enteras. Algunas de estas hordas se encaminaron a Shyish bajo el influjo de su deidad, uniéndose a la gran migración que estaba ocurriendo hacia el Reino de la Muerte.

La gran acumulación de piedra del reino en la Pirámide Negra atrajo profundamente la atención de los Videntes Grises skavens, pues ya en el Mundo Pretérito habían dependido enormemente de la piedra bruja para aumentar su poder. Desde Plaguepolis, la capital skaven, se excavaron túneles en el aeter cósmico en dirección a Shyish. Sin embargo, esta actividad entrañaba sus riesgos, pues los skavens no siempre acababan las perforaciones en la realidad donde pretendían, y la primera excavación dio a parar al Mar Khaphtar, en uno de los inframundos de Shyish. Las aguas del mar inundaron las madrigueras skavens, junto con millones de hinchados muertos vivientes que residían en sus aguas. Así empezó el Año de la Rata Ahogada, en el que los skavens tuvieron que luchar por su supervivencia contra hordas interminables de zombies. Cuando pudieron controlar la situación, decidieron aprovechar el camino excavado hacia el Mar Khaphtar y varios grupos de agentes del Clan Eshin fueron enviados a Nagashizzar en busca del gran depósito de piedra del reino.

Los Idoneth son peligrosos elfos que utilizan las almas de otras razas como materia prima.

Por otro lado, en el fondo de este mar se alzaba un enclave Idoneth Deepkin, que ahora estaba expuestos a la mirada del Gran Nigromante. De esta manera, Nagash supo de las prácticas de estos elfos y de cómo le robaban las almas que le correspondían por derecho. Los Idoneth idearon un plan para distraer la atención de Nagash, usando para ello el Ojo del Chacal, un Portal del Reino cercano que comunicaba con Ghur. Mediante encantamientos y potente magia ilusoria, los elfos atrajeron a miles de orcos y ogros del Reino de las Bestias al Portal, el cual desembocaba en los inframundos cercanos a Nagashizzar. La rabia y el ansía de batalla de pielesverdes y ogros hizo el resto. Al ver la ciudadela de Nagash en el horizonte, se lanzaron a atacar a las mejores tropas que Arkhan dirigía en la defensa. El conflicto escaló en violencia y el rugido de la batalla creció. Pronto, los chamanes orcos de Ghur empezaron a tener visiones de matanza. Así, se propagó la palabra de la Lucha en el Fin del Mundo, y más tribus atravesaron los Portales hacia el Reino de la Muerte.

Necroseísmo

A medida que el día de la finalización de la Pirámide se acercaba, docenas de ejércitos habían confluido en Shyish y Nagashizzar estaba bajo asedio. Nagash puso en marcha los últimos movimientos para completar su gran ritual, a sabiendas de que si el hechizo se completaba, los asaltantes de la ciudadela serían los primeros en morir. Tal vez fue la distracción que supuso una guerra a las puertas de su hogar en un momento tan crítico o que incluso un ser tan calculador como Nagash puede cometer un pequeño error, pero algo sucedió durante el ritual que el Gran Nigromante no se esperaba. Envueltos en sombras, los agentes del Clan Eshin  pasaron desapercibidos delante de los guardias no muertos y se zambulleron en los pasadizos y túneles de la Pirámide, confiando en sus sentidos y sus agudos bigotes para guiarse en busca de la piedra del reino que suponían se encontraban en su interior. Pero la estructura no se ajustaba a las leyes de la física y, uno a uno, los skavens se aterraron al darse cuenta de que estaban irremediablemente perdidos. Cuando la última runa fue tallada en el monumento y el ritual se completó, Nagash se dio cuenta de la intrusión skaven, pero ya era demasiado tarde para detener el hechizo.

Nagash, el Gran Nigromante.

Un huracán aullante de magia amatista invocado desde el centro de la Pirámide recorrió todos y cada uno de los inframundos de Shyish. Con una explosión ensordecedora, el Reino de la Muerte experimentó un cambio de polaridad que lo redefiniría para siempre. La energía arcana de la muerte, famosa por ser difícil de manipular, se vio atraída hacia un único punto. Lentamente al principio, la pirámide invertida empezó a girar, aumentando de velocidad con cada vendaval de energía que absorbía, hasta alcanzar una velocidad letal. Las tierras cercanas a Nagashizzar quedaron desprovistas de toda vida, con todas sus criaturas reducidas a polvo. Conforme la Gran Pirámide se volvía más pesada por la magia acumulada, empezó a hundirse en el centro del reino, no tanto taladrándolo, sino estirando el tejido de la realidad y atrayendo las tierras de Shyish de alrededor. En torno al monumento giratorio, se desató un torbellino que lo atraía todo (vivo o muerto, físico o etéreo) y lo arrastraba hacia el fondo. Y en su interior se encontraba Nagash, absorbiendo todo el poder y las almas que caían en sus garras. Las energías mágicas de Shyish convergieron en ese punto infinitamente denso, conocido a partir de entonces como el Nadir de Shyish, el fin de todas las cosas.

La Pirámide Negra de Nagash perfora el corazón de Shyish y crea el Nadir, el Fin de todas las cosas.

Con los cuerpos de los agentes skavens corrompiendo el ritual, las energías invertidas de la muerte fueron mucho más destructivas de lo que Nagash había planeado. Usando su enorme fuerza de voluntad, aguantó el precario equilibrio del hechizo hasta que las fuerzas arcanas salieron de Shyish y se extendieron en el vacío aetérico, estrellándose contra todos los Reinos Mortales. Las fuerzas cataclísmicas se esparcieron en el espacio y el tiempo, y con ellas apareció una extraña fisura en el tejido de la realidad, pues la interferencia skaven había teñido el ritual con la esencia del Caos. En todas partes, las energías de la muerte, normalmente ordenadas, enloquecieron. Los espíritus alzados de billones de almas muertas atacaron simultáneamente a los vivos en cada uno de los Reinos.

Aquellos dotados con magia descubrieron que podían lanzar hechizos de muerte con suma facilidad, pero los que buscaron aprovecharse de ello vieron su mente destrozada por garras invisibles. Nadie, excepto Nagash, podía esperar controlar las energías desatadas, e incluso él fue llevado a su límite. Aquellos que entendieron lo que estaba aconteciendo esperaban que el hechizo lanzado por el Gran Nigromante le acabara superando y destruyendo, y dichas esperanzas no eran infundadas. El Nadir era tan rico en pura energía del final de las cosas que ni siquiera Nagash podía permanecer indefinidamente dentro de él y, eventualmente, tuvo que salir de su centro. Corrompido por el poder del Caos, se convirtió en un lugar de locura, además de muerte. Incluso los vampiros y los liches que se acercaban notaban dedos esqueléticos intentando arrastrarlos al fondo. Cualquiera que osara hablar siquiera del Nadir perdía años de vida, pues su maldición hambrienta traspasaba la realidad.

Pese a la corrupción del Caos, el ritual benefició enormemente a Nagash. Aunque no había podido absorber todo el poder espiritual de golpe, las almas de los muertos ya no escaparían con tanta facilidad de él. A partir de entonces, todo aquel que se dirigiera al Reino de la Muerta se vería atraído y devorado por el hambre infinita del Nadir. Y ahora, el Gran Nigromante disponía de billones de espectros alzados de sus tumbas en todos y cada uno de los Ocho Reinos, los cuales ya estaban sembrando el terror y la destrucción entre los vivos, a la espera de que su amo reclamase su contro. Un nuevo mal había llegado a los Reinos Mortales, tan ineludible como el propio tiempo y con él, una nueva era de Muerte ascendente.

13 comentarios en «[Trasfondo] El Cuento de Eones: Parte 13»

  1. Creo que es la entrada más larga que he hecho del Cuento de Eones. Me he divertido mucho escribiéndola, me parece muy interesante todo lo que pasó en torno al necroseismo. Espero que no se os haga muy pesada y disfrutéis la historia tanto como yo!

  2. Interesante.

    De nuevo, Sigmar va a su bola, no quiere molestar a los demás, y los demás van buscándole las cosquillas incluso puteándolo.

    Pobrete Nagash. El tío más simpático, que se pasa el día sonriendo; el más bailongo, que todo el día va moviendo el esqueleto… y los demás a putearle.

    #TeamNagash

  3. Creo que ya es la segunda vez que los Skavens le fastidian el ritual a Nagash y salvan el mundo! Guardaban los planos de la primera Estrella de la Muette, quiero decir, Pirámide negra-negra.

    Sería interesante señalar que este evento también fue el que marcó el paso de la 1a a la 2a edición de Age of Sigmar, poniendo a Nagash como antagonista principal, en lugar del Caos.

  4. No sabía que había sido exactamente el mismo suceso el que había dado el paso de primera a segunda de WHFB. Muy muy curioso ! Soulwars también fue la segunda de AoS verdad? Osea que ambos pasos de primera a segunda iguales xddd que todo cambie para que nada cambie.
    La entrada genial la verdad, nada pesada y con ganas de ver que efectos tiene este necroseismo , aunque algo me suena ya!

  5. Muy buena entrada. Entonces Shysh ahora mismo es un gran donut entiendo. Y las magias de los reinos crean más «zona» exterior mientras se van esparciendo?
    Pobre Nagash, en Fantasy si que necesitaba una buena torta, pero en AoS, casi que era el más sensato del Panteon del Orden…

  6. @A. Puig:

    En realidad esta vez el responsable ultimo es Tzeentch, que es el que manipula a los Skavens (uno de sus Tejedestinos lo hace).

    La historia la podeis leer enlos relatos breves de Malign Portents que estan traducidos al castellano y gratis en la web de dicha campaña.

    Tiene alguna implicacion mas a futuro esto de Tzeentch en el trasfondo, y sale en alguna novela, aunque esto no lo he leido aun.

  7. Am, interesante, al final Tzeench está detrás de todo. Pero sin los valientes pilotos del Rata 5 jamás hubieran podido destruir la Pirámide de la Muerte.

    Sobre el modo en el que fluye la magia, Belisaurio. Creo entender que Shysh funciona al revés que el resto de reinos de la magia, mientras la mayoría de reinos emiten magia «entálpicamente», la polaridad del reino de la muerte se ha invertido y absorve magia «entrópicamente».

    Y a consecuencia de ese sifón de almas en el que se ha convertido el reino surgen los Nighthaunt.

  8. @Belisaurio: Las esferas de los reinos son finitas. La magia se acumula en los bordes de la esfera, no se extiende más. Pero en Shyish se acumuló artificialmente toda la magia en el centro y, mediante la pirámide, sucedió como la explosión de una estrella. La magia de la muerte se extendió a todos los demás reinos y luego se formó un agujero negro en el centro de la explosión inicial, que es el Nadir.

  9. @anonimo12: cierto, los skavens estaban siendo dirigidos por Tzeentch sin saberlo, a ninguno de los caóticos les interesaba que ese ritual se llevara a cabo. Algo que no le haría mucha gracia a la Gran Rata Cornuda, suponiendo que se entere de algo alguna vez.

  10. La verdad es que estos resúmenes están muy bien escritos y se disfruta leyéndolos, así que si son largos, mejoR! Muchas gracias por darnos tu tiempo.
    Respecto a los skavens, entiendo que han ido a por la piedra del reino de la muerte, la tumba-arena , pero me pregunto si en los reinos mortales sigue existiendo la piedra bruja tal y como la conocíamos antes. ¿Los skaven le dan el mismo uso a las piedras de los diferentes reinos que a la piedra bruja? En las reglas, ¿los videntes grises siguen consumiendo fragmentos de piedra bruja?

  11. @Galaras: pues al parecer sí, la piedra bruja (warpstone) sigue existiendo en los Reinos Mortales. Mientras cada reino tiene su piedra, la piedra bruja nace de la esencia condensada del Caos. Y si, los videntes grises siguen pudiendo consumirla para aumentar sus poderes en las reglas. Tenfl que leerme el battletome de los skavens bien jajaja

  12. @Galaras:
    Como te han comentado arriba, diría que es lo mismo ya que usan las mismas descripciones que antes (una piedra con la esencia del propio caos bla bla bla….) para describirla.

    Parece (y creo que cuadra) que sea el Aether-quarzo, el Aether-oro o la Tumba-Arena, pero del reino del Chaos.

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