Aquí os traigo el trasfondo de las nuevas Hienas de Batalla de Némesis.
Desde los tiempos de Heretha las hienas de las islas del Culto siguen a las Mujeres Hienas. Allá donde van las Mujeres Hiena siempre hay comida en abundancia, la caza es más sencilla y el resto de animales de la jungla no las molesta. Sin embargo, no es por esto que las siguen. Las siguen por respeto.
Las Mujeres Hiena sienten una extraña empatía con estos animales. Sienten que comparten algo con ellas: comparten el don de la supervivencia. Tanto mujeres como canes son iguales: hacen lo que sea necesario para sobrevivir. Hay una mutua comprensión entre ellas. No se trata de amor, ni de empatía, simplemente se conocen por que son iguales.
Pronto las Mujeres Hienas supieron servirse de las hienas para la caza. Parecían entender lo que se esperaba de ellas, y actuaban en grupo como una Mujer Hiena más: hacía lo que había que hacer.
Así fue cómo las hienas y las Mujeres Hiena cazaron en cruel armonía durante siglos. Hasta que las Mujeres Hiena volvieron otra vez a vivir entre los Kerran. Entonces dejaron atrás la selva, la caza, y las hienas.
Aunque no todas. Muchas se entristecían al dejar atrás a lo que consideraban parte de la manada. Algunas aún salen a la luz de las estrellas a cazar con manadas de hienas, cómo una más del grupo: haciendo lo que hay que hacer. Sin ordenes, si líderes. No hacen falta.
Este vínculo no pasó desapercibido para Khiara, la anterior Gran Sacerdotisa de los Kerran. Es por ello que permitió a aquellas Mujeres Hiena que seguían cazando en manada llevar a sus compañeras de caza a la batalla. Y que gran decisión resultó ser. Ver a las Mujeres Hiena corriendo entre sus homónimas animales era un espectáculo terrible. Cazar hombres o animales, no hay diferencias para una hiena.
Pero si fue Khiara quien tuvo la lucidez de llevar las hienas al combate, fue Calo quien tuvo la audacia de llevar un monstruo a la batalla.
Durante varias batallas el Culto tuvo que enfrentarse a gigantes. Aquello era preocupante. Si bien en la selva podían emboscarlos y usar la propia selva contra ellos, en batalla eran devastadores. Y no tenían nada con lo que poder hacerles frente.
Así que Calo rezó a Los Rostros. Se encerró durante tres días y tres noches en la Sala de las Sombras. Ritual tras ritual, cántico tras cántico y rezo tras rezo. Al salir Calo dijo a los Kerran que había hablado con los mismísimos Rostros, y que éstos le habían otorgado nuevo poder y sabiduría.
Dijo a una de las Mujeres Hiena que le trajeran una hiena su presencia. Y cuando Mujer Hiena y hiena estuvieron ante ella.
Calo se dirigió a la mujer: “A partir de ahora, tú serás su maestra. Le darás de comer, la cuidarás y la entrenarás para el combate. Pero no la domesticarás, mantendrás el fuego de su ira ardiendo, hasta el día en que muráis las dos. Cuando ella muera tu morirás, cuando tu mueras ella morirá. Puesto que ambas seréis una.”
La sacerdotisa Kerran alzó el cráneo del espíritu y lanzó un terrible hechizo. Los Kerran apartaron la mirada y se taparon los oídos. La voz aumentó, y luces extrañas surgieron del cráneo.
Al terminar la hiena era un monstruo enorme. Su lomo era tan alto como el de cualquier hombre. Calo se adelantó sin miedo alguno ante la hiena y le habló cómo si pudiera entenderla: “Ahora tienes un Rostro. El Rostro de la Ira. La Ira será tu fuerza, tu poder, tu bendición y tu maldición. Honra a tu Rostro, hiena, pues ahora eres una de nosotros.”
Y hasta ahora, así ha sido.