[Trasfondo] El Cuento de Eones: parte 34

Cada Reino tiene portales hacia Shyish, donde todas las cosas terminan. Es a través de estos portales que las almas de los difuntos viajan al Reino de la Muerte, pero para aquellos que los conocen y poseen la habilidad arcana necesaria, también es un paso entre Reinos que pueden utilizar. La misión que Nagash encomendó a sus Mortarcas era esta: encontrar los portales a Shyish más cercanos a las áreas pobladas de los Reinos y colapsarlos con magia necromántica. Esto originaría un agujero en la realidad, un pequeño Nadir conectado a su hermano mayor de Shyish, que poco a poco absorbería toda la vida a su alrededor. Mannfred Von Carstein fue enviado a Ghyran, la Reina Neferata se encaminó a Chamon y Arkhan el Negro invadió Hysh.

El ataque a Ghyran empezó en la región de Invidia. En ella se encontraba la Puerta Sangrante, un Portal de Shyish que ahora se hallaba rodeada de la corrupción de Nurgle, quien había reclamado gran parte del Reino de la Vida como su Jardín durante la Era del Caos. Incluso ahora en la Era de Sigmar, regiones enteras de este Reino permanecían bajo el influjo del Padre de las Plagas. A través de este Portal, Mannfred llegó a lomos de su terror abisal Ashigaroth, al mando de una legión de no muertos.

Llevar a cabo su misión en el Reino de la Vida no iba a ser tarea fácil, pues la presencia de Nurgle suponía un obstáculo considerable para que la Muerte se adueñara de la tierra. Nurgle promovía la vida, de una forma grotesca y espeluznante, pero sus creaciones rebosaban vitalidad. Olfateando el aire hediondo de enfermedad, pudo captar el olor de sangre al norte y dirigió su ejército hacia allí. En una hondonada de rocas con limo verde fluorescente, una tribu humana adoradora de Nurgle tenía su hogar. Con desdén, Mannfred envió a un grupo de Guardias de los Túmulos contra ellos. Los esqueletos de armadura pesada no tenían nada que temer contra las flechas y espadas impregnadas de veneno de los desnutridos siervos del Caos y la tribu entera fue capturada. Siguiendo el olor a sangre, la fuerza no muerta continuó su camino al norte, subyugando toda tribu que encontraban y eliminando a todos los demonios de Nurgle que se interponían en su avance. Cuando el vampiro consideró que era suficiente, emprendió el regreso a la Puerta Sangrante, con varios cientos de desdichados hombres y mujeres atados tras él.

Mannfred von Carstein, Mortarca de la Noche.

De vuelta en el Portal, Mannfred pudo empezar el trabajo encomendado por el Gran Nigromante. Los prisioneros fueron sacrificados en nombre de Nagash y el Mortarca comenzó el ritual. El hechizo era una versión modificada de la Maldición de los Años, la cual podía hacer envejecer a su objetivo años en cuestión de segundos hasta que sus huesos se tornaran polvo. Realizado por un maestro de las artes nigrománticas, el sortilegio destruiría la mampostería del Portal y lo haría colapsar sobre sí mismo. Con las energías de Shyish en tal alta concentración, la destrucción de la estructura arcana del Portal crearía un vacío negro metafísicamente conectado al gran Nadir del Reino de la Muerte. Este pequeño Nadir absorbería toda la vida que le rodeaba cien veces más rápido que el Nadir principal. Mannfred se tomó un momento y observó el horizonte. El cebo estaba puesto, pero si nadie picaba el anzuelo, su verdadero plan no podría ni empezar.

Horticulous Slimux, primer heraldo de Nurgle.

Al sureste de la Puerta Sangrante se encontraba la región conocida como el Reclamo de Horticulous, un gigantesco trozo de tierra gobernado por el primer heraldo de Nurgle, Horticulous Slimux. Este territorio pertenecía más al Reino de Nurgle que al propio Ghyran, pero ni siquiera el heraldo había podido corromper el área alrededor del Portal a Shyish, pues las energías de la Muerte eran poderosas allí y nada crecía. Sin embargo, la región bajo su dominio estaba sufriendo, su precioso jardín muriendo y Horticulous no iba a permitirlo.

Mannfred no era un estúpido y sabía muy bien que los hijos de Nurgle se opondrían al ritual. En una sarcástica burla al sagrado número del Dios de la Enfermedad, Mannfred envió tres ejércitos hacia la base de Horticulous, cerciorándose que se harían notar en su camino. Mientras, el cuarto ejército, el más potente, se quedaría guardando el Portal. El primer ejército consistente en cientos de zombies entretuvo suficiente tiempo a las bestias de Nurgle que Horticulous había enviado en su contra, antes de que cada uno de los no muertos fue engullido, disuelto o descuartizado. El segundo ejército fue interceptado por Rotigus, una Gran Inmundicia y antiguo rival de Horticulous. En las marismas, legiones de esqueletos avanzaron contra los demonios mandados por Rotigus y Caos y Muerte se enzarzaron en una guerra de desgaste. Finalmente, el tercer ejército avanzó desde el mar. Una fuerza de Caballeros Negros fue al encuentro del propio Horticulous Slimux, quien estaba acompañado de dos de sus hermanos heraldos. Comandando incontables Portadores de Plaga, el trío de heraldos consiguió destruir a todos los caballeros no muertos en cuestión de horas, pero estos habían conseguido su objetivo de ganar tiempo para su amo.

Rotigus, el Generoso.

El ritual de Mannfred continuó sin perturbaciones y la Puerta Sangrante empezó a desmoronarse, a raíz de lo cual la magia necromántica se extendió por toda Invidia. Esta vez no solo las fuerzas de Nurgle lo notaron, pues los Sylvaneth eran hiper sensibles a los cambios en el flujo de la vida y la muerte. Durante años, habían tenido que soportar la presencia de Nurgle en su Reino, conscientes de que no tenían el poder para desterrarlo. Sin embargo, el aire traía notas de un poder impío distinto, uno que no emulaba de forma grotesca el ciclo de la vida, sino que procedía de la propia muerte. Alarielle, la Reina Eterna, detectó la fría mano del Gran Nigromante tras ello. No iba a permitir que la Muerte se extendiera por todo Ghyran, pero su motivación no se limitaba a ello, pues sabía quién estaba cumpliendo la voluntad de su amo: Mannfred von Carstein. No había ser que odiara más Alarielle, pues en los últimos días del Mundo Roto el vampiro había secuestrado a la hija de Alarielle y Tyrion, Aliathra, para utilizarla en un ritual que resucitaría a Nagash, dando comienzo al Fin de los Tiempos.

Mediante los caminos espirituales que recorrían todo Ghyran, la Reina Eterna viajó con sus hijos hasta la infestación de Horticulous Slimux, llegando al triple frente en el que luchaba contra las tropas de Mannfred. Como una avalancha, Alarielle y su escolta de Hombres Árbol arrasaron con todo a su paso, rama y hojas chocando contra piel demoníaca y hueso por igual. La diosa elfa se alzaba por encima de todos con sus gráciles alas y allá donde posaba la mirada, la corrupción de Nurgle se disipaba. Los grotescos monstruos babeantes se deshacían en horribles charcos de putrefacción y los adoradores del Padre de las Plagas no encontraron salvación en la luz de Alarielle, pues esta no guardaba compasión para aquellos mortales corrompidos por el Caos. Abriéndose paso a través de bosques putrefactos, la fuerza Silvaneth se fue acercando a la Puerta Sangrante. Allá donde las fuerzas de Nurgle eran numerosas, Alarielle invocaba dríades para crear un camino, pero el grueso de sus fuerzas las reservó para los no muertos.

Alarielle, la Reina Eterna luchando contra las fuerzas de la Muerte.

Observando la luz de Alarielle acercarse a su posición, Mannfred envió al vampiro Garathrac a su encuentro. No esperaba que su capitán pudiera eliminar a la diosa, a pesar del hecho de que el propio Garathrac había declarado que él y sus tres dragones zombies tenían el poder de un dios de la guerra. Pronto, ese testimonio se demostró falso. Justo en el momento en el que Alarielle dirigió su ira contra el primer dragón, Mannfred proyectó su hechizo contra ella. Las alas de la Reina Eterna se volvieron negras y su piel se puso pálida, pero en un parpadeo volvieron a su color natural. Mientras tanto, el primer dragón había sido partido en dos por el gran escarabajo de guerra de Alarielle y el segundo había sido atravesado por la lanza de Kurnoth. El último dragón, que montaba el propio Garathrac, estaba siendo aplastado por un bosque de árboles vivientes que se habían estirado desde el suelo para atrapar al monstruo y su jinete.

La horda de Horticulous se aproximaba en el horizonte y el ritual de Mannfred había sido roto por la magia de Alarielle, como el vampiro había esperado. Hincando una rodilla hacia la Reina Eterna, el último de los von Carstein atravesó el umbral de la Puerta Sangrante, dejando a sus tropas para que cubrieran su huida.

2 comentarios en «[Trasfondo] El Cuento de Eones: parte 34»

  1. ¿Que tipo de extraña traición es esta?

    «Como el vampiro habia estado esperando…»
    «Hincó la rodilla hacía la reina eterna…»
    ¿?¿?¿?¿?

    La primera parte habría sido logica, el vampiro va a esperar a que el conflicto entre nurgle y los elfos se encrudezca alrededor del portal para activar despues el ritual. Ese anzuelo del que hablava al principio… pero esa rodilla en el suelo… a no ser que sea una especie de mofa…

    ( me encantan estos posts. Gracias!)

  2. A ver si despierta un poco Allarielle, que se nos duerme la sala! (guiño-guiño 3.0)
    Gracias por la entrada, ya espero con ganas la siguiente.

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