Saludos, Señores de la Guerra.
Seguimos con la Saga de Tronak el Kárbaro…
Capítulo 1, Desde las tierras nevadas
Señor, permitidme que este humilde escriba narre los periplos de un guerrero cuya historia ha pasado desapercibida salvo para aquellos que coincidimos. Como ya sabéis, mi lealtad hacia Ulric en primer lugar y hacia el Imperio en segundo, es de sobras conocida.
Mi historia empieza en Wilhelmskoog, en la bahía Drosselspule, al noreste de Middenheim. Allí estamos acostumbrados a las incursiones nórdicas, pero nos pillaron desprevenidos. Las débiles empalizadas de madera no pudieron resistir y se llevaron a parte de los que vivíamos en el puerto. Tras unos cuantos días de navegación me encontré en un pueblo perdido entre el bosque, maás allá del Mar de las Garras, supongo que en las Montañas de Hierro. Allí, los nórdicos nos usaron como esclavos, para cultivar la tierra y despejar el bosque de extraños animales.
El líder de aquél pueblo era un bárbaro especialmente grande. No había estado tocado por el Caos (aparentemente). No entiendo mucho el nórdico, pero creo que le llamaban directamente «Él-Hombre», aunque el nombre con el que se le conocería mucho más tarde era Tronak el Kárbaro. Él-Hombre no iba en caballo, sino en un felino enorme de color verdoso, y entrenaba cada día con su Espada Calaveragris, que emitía un brillo azulado y le proporcionaba una fuerza inconmensurable.
Un día, Tronak y sus guerreros nos obligaron a meternos en varios drakkar. Pensábamos inicialmente que harían otra incursión en el Imperio, pero lo pasaron de largo. Vimos navíos bretonianos, luego las costas de Estalia, y notamos por el calor que nos acercábamos a la antigua Arabia. No todos sobrevivimos al viaje, y aquellos que iban muriendo los iban lanzando al mar, donde un segundo drakkar los recogía… Los sonidos guturales de desconocidos animales cuando recogían los cuerpos fueron suficientes para saber el aciago destino de nuestros compañeros.
No recuerdo cuántos días navegamos. Sé que finalmente llegamos a algún sitio que no era un lugar civilizado; un lugar baldío, polvoriento, seco y sin apenas vegetació o agua. Intuyo que serían las Tierras Yermas, pero no estoy seguro. No llegué a saber cuál era el motivo por el cual estábamos allí; sólo se que se oían vítores, que los nórdicos estaban todo el día riendo y bebiendo, y eso suele significar sólo una cosa: guerra.
Por alguna razón, a los prisioneros nos seguían alimentando con una especie de carne seca. A los pocos días, al amanecer, se oyeron unas trompetas, un sonido claramente civilizado, que indicaba que el enemigo se acercaba. Por los sonidos, debían ser humanos, no sé si imperiales, bretonianos o tileanos… Poco antes de la batalla, una jauría de hombres bestia se les acercó; al parecer liderados por una especie de hechicero que podía entablar una conversación, sin duda un chamán hombre bestia que había aprendido el idioma nórdico. No intercambiaron muchas palabras; Tronak subió a lomos de su felino y alentó a los demás nórdicos, que montaron en sus caballos y cabalgaron a su lado, mientras el chamán, mediante un alarido, convocó a sus hombres bestia, emitiendo un grito parecido a «Kreann’ot! Kreann’ot!».
La suerte estaba echada, y recé a Ulric para que aquellos humanos vencieran y pudieran rescatarnos…
Aquél engendro medio cabra medio humano, entonó unos cánticos, invocando un ejército demoníaco.. El aire se cubrió de moscas. algunos de mis compañeros empezaron a notar picores en la piel, y al rascarse aparecieron pústulas… aquellos pobres desgraciados murieron gritando, ahogándose en sus propios vómitos. No cabía duda que los poderes ruinosos estaban en sintonía con aquél líder bárbaro. Oímos extraños sonidos y nos inundó una olor a ozono; vimos aparecer un montón de demonios, que marcharon en dirección a los soldados…
Capítulo 2: En dirección a Agua Enferma
Al día siguiente a la batalla, pude ver cómo Tronak decapitaba al chamán. Entonces no lo sabíamos, pero los nobles bretonianos habían defendido su posición y terminaron con el ejército demoníaco, incluso con una Gran Inmundicia. Aquellos caballeros serían leyenda… pero no vinieron a rescatarnos. Nos inundó una sensación de pesar, como si hubiéramos sido olvidados. La pequeña alegría de saber que los planes de Tronak se habían torcido, no compensaba el hecho que seguíamos en nuestras jaulas.
Al parecer, Tronak consideró que el chamán que había invocado aquél ejército no era suficientemente puro, por lo que fue sacrificado. Poco después se acercó Brahma, el líder de las bestias que acompañaban el ejército de Tronak (ahora que Kreann’ot había sido decapitado), hablándole de un sueño que había tenido. En el sueño, Tronak llegaba a un lugar propio para que su dios Onogal despertase; un lugar fétido, podrido, un río pestilente de color negruzco en el que apenas había vida. Vimos que Tronak envió a sus exploradores, que volvieron sonriendo, parecía que habían encontrado el lugar del sueño de Brahma.
Con un grito, vimos que el ejército caótico avanzaba por las tierras yermas. Azuzaron las mulas que arrastraban nuestras jaulas, el campamento se movía. Yo me desmayé, en parte por el hambre, y en parte por el traqueteo de las ruedas que me mecían mientras los fétidos vapores llenaban mis pulmones…
Capítulo 3: El Desafío
Me desperté con gritos. Eran gritos de dolor y gritos de victoria; dolor por parte de los pielesverdes, victoria de los secuaces de Tronak. En lontananza se veía un Goblin vestido con unos ropajes brillantes corriendo y vociferando órdenes en dirección opuesta a la batalla, mientras que los adoradores del Caos masacraban los moribundos orcos que yacían en el suelo. En el festín que sucedió a la noche, algo cambió en el aire, algo más fétido, como a huevos podridos. Sin embargo eso no mermó la moral de los seguidores de Tronak. Al contrario, parecían ganar fuerzas, especialmente los demonios.
Brahma estuvo berreando y pronunciando signos guturales bajo la supervisión de Tronak, y junto a sus hombres bestia desaparecieron por unos bosques. No me quedó claro cuáles eran las instrucciones que le habría dado el Kárbaro. Envalentonados por la situación, hubo varios grupos de bárbaros que empezaron a pelearse entre ellos. Allí observé una fisura; al parecer Khalima, uno de los siguientes en la cadena de mando estaba plantando cara a Tronak, desafiante. Por lo que pude deducir, Khalima estaba quejándose de la escasez de comida; pese a haber podido alimentar a los monstruos con los cadáveres de los pielesverdes, no había provisiones suficientes para pasar el invierno, y eso causaba malestar. Aunque era cierto (a los prisioneros apenas nos daban para sobrevivir), debajo de aquél motivo estaba el deseo de tomar el mando; en las tribus nórdicas es frecuente que haya desafíos (especialmente tras una batalla en que alguien lo haya hecho especialmente bien) para robar el mando y conseguir el favor de los Dioses Oscuros.
Pero Tronak no había llegado a comandar el ejército sólo por la fuerza, sino por su astucia. El musculoso guerrero fue a su tienda y sacó de allí una caja negra, tan negra que absorbía el color de la noche. Al abrirlo salieron miles de moscas de la caja; Khalima observó sin inmutarse a los insectos (no así algunos de sus secuaces que estaban detrás), introdujo las manos en la caja y sacó un extraño cáliz de madera podrida. Tronak vertió un poco de líquido verdoso de su cantimplora de barro, e hizo ademán a Khalima para que bebiera. No recuerdo las palabras exactas, pero le dijo algo como que le otorgaba el poder de los dioses para invocar a sus demonios y conseguir comida. Khalima, entre estertores, creció tanto en volumen como en altura; su piel se tornó verdosa, le salieron pústulas y cuernos en todo su cuerpo, y, finalmente, con un rugido ensordecedor, sonrió y se dirigió hacia su victoria. Mientras caminaba, se iban materializando demonios de Nurgle….
Capítulo 4: El Sacrificio
Aquella maniobra había sido un gambito de Tronak para mantener el poder. Si conseguía que Khalima volviese, demostraría que podía seguir al mando, que él seguía siendo el líder de la horda mortal, y que tomaba decisiones acertadas. Si no, daba a entender que sólo él podía estar al mando. Fuera como fuera, mantendría el poder y tendría un oponente menos.
Finalmente fue lo primero. Según narraron los exploradores, Khalima y sus demonios habían encontrado una feroz resistencia de parte de los hombres rata, que también estaban buscando provisiones. La batalla no fue dura ni sangrienta; pero los skaven fueron mucho más astutos y consiguieron hacer desaparecer a la mayoría de demonios, y dejar moribundo a Khalima en el campo de batalla. No podía culparlos, nadie sospechaba que unos skaven hubieran «traicionado» a sus supuestos aliados caóticos.
Brahma, el hombre bestia, volvió a los pocos días con su manada casi intacta y un montón de animales y humanos cazados, por lo que no había problemas con las provisiones. Al parecer, Brahma había dado un pequeño rodeo para tener una escaramuza con unos elfos en el bosque, y allí, torturando a los supervivientes, oyó que Khalima había sido capturado, vivo por poco tiempo, y que los elfos iban a sacrificarlo a sus dioses para compensar el frío que no les beneficia.
Y eso no era aceptable para Tronak. Khalima le había desafiado, pero debía morir en combate… o debía ser Tronak quien terminase con él. Así que, sin pensarlo, tomó las tropas que tenía al alcance; pese a no tener problemas con las provisiones, Tronak sabía que debía tomar el mando físicamente a partir de ese momento. Khalima moriría a sus manos, o no moriría. Y si tenía que arrollar a unos cuantos elfos, así sería.
Capítulo 5: La Defensa de Roca de Hierro
Tronak consiguió su venganza. Gracias a un Bruto Despedazador, impidió que los sucios elfos sacrificasen a su hechicero Khalima para el favor de sus dioses… sin embargo Tronak terminó ordenando al Bruto que devorase al traidor hechicero.
Aquella victoria fue celebrada por todo lo alto por el ejército caótico. Hasta a nosotros, los prisioneros, nos alimentaron con buenas reses aquella noche. No entendí la jerga de los bárbaros que nos acompañaban, pero varios parecían estar especialmente amables con nosotros. No sabíamos por qué. Los prisioneros más débiles ya habían muerto (y, en muchos casos, ofrecidos como comida a las bestias y monstruos que acompañaban la comitiva). Los que quedábamos ya no estábamos enjaulados ni con grilletes; ya sabíamos que si intentábamos huir, los mastines nos atraparían. Nos hacían cavar zanjas y talar troncos para empalizadas. Con el tiempo, los bárbaros dejaron de tratarnos como despojos. Y yo empecé a entender su oscura lengua. Era un dialecto que derivaba del norse, idioma que algunos estudiamos en Middenland, por lo que no me resultó complicado aprender su jerga.
En la primavera llegamos a la Roca de Hierro. Aquella antigua fortaleza, antaño enana, había sido conquistada por los pielesverdes, pero al parecer había sido abandonada hacía unos años y sólo quedaban algunos garrapatos sueltos. Tronak decidió tomar la ciudad para sí. Había algún bosque cerca, por lo que los hombres bestia que nos acompañaban, liderados por el astuto Brahma, tenían un lugar en el que se sentían seguros. Una noche, sin embargo, sonaron tambores. Al parecer había unos pielesverdes cerca, sin duda dispuestos a reclamar la antigua fortaleza de Gorbad Garra’ierro. Tronak hizo sonar los cuernos de guerra y se dispuso a la defensa. Muchos más cuernos de lo habitual sonaron desde el cercano bosque, al parecer Brahma había reunido más bestias. Sin embargo, la sorpresa fue cuando a los esclavos nos dieron unos mayales mientras los siervos del Caos reían; ya tenían nueva carne de cañón. Mi final se aproximaba. Mientras avanzábamos hacia la batalla, me di cuenta que sólo había dos posibles salidas, o caer bajo las botas goblin, o vencer a los pielesverdes. Muchos de los esclavos que estaban conmigo me miraron y asintieron, sabiendo qué teníamos que hacer si queríamos sobrevivir.
Mientras avanzábamos al lado de los Guerreros del Caos, vimos a Brahma liderar una hueste de hombres bestia de retorcida cornamenta. Oímos también la retumbante voz de Tronak, que ofrecía una plegaria a sus dioses oscuros. Finalizó con una carcajada; ya se había enfrentado a esos goblins y creía vencerlos, pero nunca se debe subestimar a un goblin…
Está genial la historia, me he quedado con ganas de más